COVID-19 y personas con demencia: ¿les afecta de forma diferente?
¿Qué relación guardan las personas con demencia y la COVID-19? ¿Es el impacto del COVID-19 distinto en personas con demencia? Sabemos que estas personas pueden verse particularmente afectadas por el aislamiento social, y las notícias que ven y oyen en los medios de comunicación les pueden causar confusión y ansiedad. Todo ello puede conllevar un mayor riesgo de cambios de comportamiento o de cuadro confusional, que puede llegar a requerir de hospitalización y, por lo tanto, quedar más expuestos a la COVID-19. En este artículo compartimos algunas de las conclusiones de un reciente informe elaborado por la entidad Alzheimer’s Disease International (ADI) con la colaboración del BarcelonaBeta Brain Research Center.
Relación entre la COVID-19 y la demencia
El informe de ADI destaca algunas cuestiones clave para planificar la atención de los seres queridos con demencia durante la crisis de la COVID-19:
- No existen datos que evidencien que demencia y COVID-19 estén relacionados en la gravedad que pueda tener esta última. En definitiva, las personas con demencia no tienen porque presentar síntomas más graves de COVID-19 que otras personas de edad y salud similar, aunque en su mayoría las personas con demencia son mayores y, solo por ello, ya tienen mayor riesgo de complicaciones.
- Muchas personas mayores con demencia y que contraen la COVID-19 se encontrarán mal durante algunos dias y se recuperarán poco a poco en casa, como las que no padecen demencia.
- Los mayores de 80 años con patologías previas que requieran ingreso por COVID-19, tienen menos probabilidades de beneficiarse de la hospitalización, ya que dicho ingreso tiene riesgos asociados. Es importante tenerlo en cuenta a la hora de decidir si una hospitalización es realmente necesaria o es preferible que se recupere en casa.
- La COVID-19 es una enfermedad nueva y, por ello, se desconoce lo que le sucede exactamente a las personas con síntomas más graves. Lo que sí se sabe es que las personas mayores y personas con enfermedades subyacentes, como diabetes o presión alta, tienen síntomas más graves y peores resultados de recuperación.
- También se sabe que la tasa de mortalidad aumenta con la edad. En Italia y China, la tasa de mortalidad de personas mayores de 80 años varía de 11 a 20 veces respecto a la de personas de 50 a 59 años, y es casi el doble que la de personas de 70 a 79 años. En las personas de 70 a 79 años, la tasa de mortalidad es tres veces mayor que entre las personas de 60 a 69 años, cuya tasa es, a su vez, tres veces mayor que entre las personas de 50 a 59 años (fuente: BBC Future)
- En el caso de personas con COVID-19 con dificultad para respirar y bajos niveles de oxígeno, se les puede ofrecer el ingreso hospitalario para recibir oxígeno y otras intervenciones. De nuevo, hay que tener en cuenta que, si son personas mayores o tienen otras enfermedades, el riesgo de pobres resultados es mayor.
- En la gran mayoría de casos, cuando una persona ingresa en el hospital, la política hospitalaria no permite visitas a fin de reducir la tasa de infección.
- A las personas con demencia les puede resultar especialmente difícil de entender por qué se encuentran en un lugar desconocido sin sus seres queridos y se pueden mostrar asustadas. Además, pueden tener problemas para comunicarse o para seguir las instrucciones y medidas de seguridad. Todo ello puede suponer un mayor riesgo de desarrollar un cuadro confusional durante su estancia en el hospital.
- Muchas personas con demencia no están capacitadas para tomar decisiones y necesitan que otros las tomen por ellas. La falta de visitas puede dificultar que el equipo del hospital pueda ofrecer un plan de atención centrado en el paciente.
- Es recomendable planificar qué se hará en el caso de que una persona con demencia y que desarrolle síntomas de COVID-19 empeore. El consejo médico es clave para decidir si el beneficio del ingreso hospitalario compensa la angustia derivada del aislamiento y de la separación de la familia.
Es un tema serio y difícil que la familia debe afrontar pensando en los posibles resultados y en si la persona, en el peor de los casos, querría morir aislada en el hospital.
Si se opta por mantener a la persona en casa, es importante tener en cuenta también cómo afectaría la situación a las personas cuidadoras y si se dispone del equipo de protección individual (EPI) necesario.
- Cada país debería contar con orientación del gobierno sobre cómo y cuándo las familias deben buscar tratamiento adicional en caso de empeoramiento de su ser querido.
El Instituto Nacional de Excelencia en Salud y Cuidados del Reino Unido ha elaborado un documento de ayuda a los pacientes, familiares y público en general, en la toma de decisiones:
- ¿Cómo ayudarán los tratamientos de cuidados intensivos a la persona, a corto y largo plazo?
- ¿Podrían dichos tratamientos ofrecer a la persona una calidad de vida aceptable?
- ¿Los tratamientos de cuidados intensivos pueden ayudar a alcanzar los objetivos del paciente para una buena vida?
- ¿Existen tratamientos de cuidados no intensivos que puedan ayudar a la persona y sean más cómodos para ella?
- Las familias deberían considerar desarrollar planes de cuidados de manera anticipada, para asegurar así que los deseos del paciente son tenidos en cuenta en el hospital. Por ejemplo, ¿la persona quiere ser reanimada en una situación crítica? ¿Cuáles son sus deseos respecto a los cuidados al final de la vida?
- Los sistemas de salud deberían proporcionar acceso a cuidados paliativos, ya sea en hospitales o fuera de ellos, a las personas en estado crítico con COVID-19 que, o bien optan por no ser hospitalizadas, o bien eligen no seguir todos los tratamientos para mantener la vida a fin de evitar sufrimiento, o bien no pueden ser salvadas pese a todos los intentos por mantenerlas en vida.
- Es necesario que las residencias desarrollen, junto a las familias y los residentes, planes de cuidados en el caso de que la COVID-19 se desarrolle entre ellos.
Hay que tener en cuenta si hay médicos dispuestos a visitar a los residentes sospechosos de estar infectados y si los hospitales están dispuestos a aceptar ingresos. En el caso de que no, se debe valorar con qué recursos se cuenta para tratar a estas personas en la propia residencia, incluso si se llegan a precisar cuidados paliativos.
Tras aportar información adicional sobre la COVID-19 y su tratamiento, este informe concluye remarcando la ausencia de precedentes de su impacto global y, particularmente, en grupos vulnerables como el de las personas con demencia y sus familias y las personas cuidadoras. La situación cambia diariamente, por lo que es necesario compartir recursos y orientaciones de las mejores prácticas a medida que estén disponibles. Con información adecuada sobre la reducción del riesgo, cuidados en casa, cómo incluir a las personas con demencia en las decisiones acerca de sus cuidados, junto con oportunidades para planificar dichos cuidados, las familias pueden tomar decisiones informadas sobre cómo, cuándo y dónde buscar ayuda.
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