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Cómo comprender mejor a una persona con Alzheimer: la empatía

2 min lectura
14 marzo, 2019
Índice de contenidos

    A menudo, las personas con Alzheimer pueden actuar de forma que parezca que se hayan vuelto insensibles a lo que sucede a su alrededor. Tal vez actúen de forma incomprensible para sus queridos, diciendo o haciendo cosas sin que parezca importarles cómo eso puede afectar a otras personas.La persona afectada puede no darse cuenta de que la persona cuidadora está cansada o que no se encuentra bien. Esta actitud suele generar emociones negativas en quienes cuidan que, a su vez, pueden proyectarlas sobre la persona enferma, siendo causa de una mayor confusión y desadaptación. A menudo la persona cuidadora se ve incapaz de romper este círculo vicioso.

    Debido al progresivo deterioro cognitivo, la persona afectada va perdiendo la capacidad para empatizar con quienes le rodean. Pero eso no significa que esas personas ya no le importen. La empatía requiere de un funcionamiento adecuado de diversas funciones cognitivas que, con el progreso de la enfermedad, se van deteriorando. No podemos pretender que la persona enferma se adapte a nuestra realidad porque es algo que cada vez le resulta más difícil, hasta llegar al punto de no poder hacerlo. Solo construyendo nuestra relación con ella partiendo de la empatía romperemos el círculo vicioso del que hablábamos antes. Esto significa comprender que las alteraciones cognitivas que sufre condicionan su percepción de la realidad, que ya no es la misma que la nuestra y que hemos de ser nosotros quienes hagamos el esfuerzo de trasladarnos a su mundo.

    Pero, ¿qué quiere decir trasladarse a su mundo?

    Entre el extremo de confrontarse con la persona enferma tratando  de hacerla razonar porque no nos comprende y trasladarse a su realidad, hay un gran abismo. Ponernos en su lugar y esforzarse en percibir lo que puede estar sintiendo nos puede ayudar a aproximarnos más a sus necesidades, a reconducir su conducta - y también la nuestra - y favorecer así una relación más fluida y un mayor bienestar emocional en ambas partes. Es evidente que, cuando la vemos triste o nos parece que sufre, es más fácil ser empáticos con ella que cuando su actitud nos exige paciencia o nos sorprende su falta de empatía y comprensión hacia nosotros. Pero, precisamente, trasladándonos a cómo percibe y siente actualmente la realidad, seguramente haremos que la relación con ella sea más fácil.

    Veamos algunos ejemplos:

    • No quiere tomar la medicación porque está convencido de que ya se la ha tomado. Si respondemos desde “nuestra realidad” entraremos en una confrontación o en un esfuerzo agotador e infructuoso por hacerle razonar. En cambio, si tratamos de aceptar “su realidad” podemos optar por no discutírselo y decirle que el médico ha aconsejado que tome una pastilla más.
    • Pasea de arriba y abajo por la casa, aparentemente, sin ningún sentido. Si lo analizamos desde “nuestra realidad” nos pondremos nerviosos y después de haberle dicho varias veces que se siente y ver que no lo hace, nos acabaremos irritando y alzando la voz. La persona con Alzheimer puede sentirse desconcertada y, tal vez, reaccione agitada o con ansiedad a nuestra respuesta. Sin embargo, si tratamos de trasladarnos a “su realidad” y procuramos comprender por qué camina de un lado a otro, seguramente la situación tomará otro cariz. Tal vez esté buscando alguna cosa concreta y podamos ayudarle o, de no ser capaces de descubrir el motivo, podemos aprovechar el nivel de actividad y proponerle que nos ayude con alguna tarea, o salir a dar un paseo.

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