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Consecuencias de envejecer que no se deben confundir con el Alzheimer

2 min lectura
22 junio, 2017
Índice de contenidos

    Olvidamos el cumpleaños de un amigo. Nos resultan complicadas algunas funciones del teléfono móvil. Ya no tenemos tantas ganas de salir como antes. ¿Qué nos ocurre?

    ¿Estamos ante señales que deban preocuparnos?

    Nuestro cerebro envejece, al igual que el resto de nuestros órganos. De ahí que, con el paso del tiempo, sintamos que su funcionamiento ya no es el mismo que cuando éramos más jóvenes. Nos sentimos más cansados, nos cuesta más aprender cosas nuevas o no recordamos ciertas informaciones. Pero estas dificultades no significan que algo vaya mal.

    Es importante procurar diferenciar qué señales pueden ser reveladoras de un inicio de los síntomas del Alzheimer y qué dificultades podemos considerar normales del proceso de envejecimiento. 

    Todo lo que necesitas saber sobre el Alzheimer está en esta guía. ¡Descárgala!

    10 consecuencias normales del proceso de envejecimiento

    Estas son 10 consecuencias normales del proceso de envejecimiento que no hay que confundir con síntomas del Alzheimer:

    1. Olvidar, ocasionalmente, fechas señaladas. No es extraño y de hecho, nos puede pasar a todos. Olvidarse de la fecha de un cumpleaños, de la cita al médico, de una actividad que teníamos programada… 

    2. Cometer errores puntuales en actividades de la vida diaria, por ejemplo al cocinar o poner la colada, siempre y cuando seamos conscientes de ello. No es raro olvidarse de un paso a la hora de preparar una receta u olvidarse de apretar el botón que pone en marcha la lavadora. 

    3. Necesitar ayuda para usar electrodomésticos o equipos electrónicos nuevos. Es normal que perdamos cierta agilidad a la hora de utilizar nuevas tecnologías o de usar por primera vez cualquier aparato. 

    4. No encontrar una palabra durante una conversación. A todos nos ha ocurrido. Queremos hallar la palabra exacta, pero aun sabiendo lo que queremos decir, no la encontramos. 

    5. Perder cosas ocasionalmente siendo conscientes de que probablemente las hayamos perdido nosotros mismos y, en general, ser capaces de encontrarlas. 

    6. Dejar de participar en algunas actividades sociales. Con la edad es común que nos sintamos más cansados y perdamos las ganas de participar en determinadas actividades sociales o de continuar con aficiones que hasta entonces nos habían apetecido. 

    7. Sentirse incómodo con los cambios. Con la edad, lo más habitual es que tengamos establecidas unas rutinas para llevar a cabo ciertas actividades. Es normal que, a medida que vayamos envejeciendo, los cambios se nos hagan más difíciles de aceptar. 

    8. Ser menos tolerante con los demás. Es posible, por otra parte, que seamos menos dados a tolerar las actitudes de otras personas con las que nos relacionamos y que, a su vez, nos apetezca más realizar determinadas actividades en solitario. 

    9. Mostrar menos interés por las cosas nuevas. No es extraño que a medida que envejecemos nos sintamos menos atraídos por las novedades y que, con el fin de sentirnos más cómodos, adquiramos hábitos de vida muy repetitivos. 

    10. Sentirse menos ágil mentalmente. Es normal que, al hacernos mayores, nos cueste más aprender cosas nuevas o no nos sintamos mentalmente tan ágiles. 

    Ahora bien, si se suman varios de estos factores, representando un cambio importante respecto a nuestra manera de ser habitual y, particularmente, experimentamos dificultades para llevar a cabo las actividades diarias con normalidad, sí deberíamos solicitar consulta médica.

    Si es la actitud o los despistes de alguien próximo a nosotros lo que nos preocupa, observaremos si esos cambios le impiden o dificultan desarrollar actividades cotidianas, como llevar la contabilidad doméstica, tomar la medicación correctamente o ir a la compra, si se desorienta en lugares conocidos, repite en bucle el mismo tema o no recuerda datos relevantes recientes, cómo qué ha comido o detalles importantes de una conversación mantenida hace poco. 

    Ante la sospecha de un inicio de enfermedad de Alzheimer lo primero que debe hacerse es acudir al médico de familia y explicarle el problema para que pueda valorar si es preciso realizar alguna evaluación especializada.

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