A continuación ofrecemos algunas ideas y orientaciones que pueden ayudar a que la persona comprenda que es importante realizar una consulta médica o, al menos, intentar que acabe yendo a la visita:
1. Los cambios pueden ser debidos a otras causas y no a la enfermedad de Alzheimer
Una sugerencia es hablar con nuestro ser querido sobre otras causas potenciales de esos síntomas distintas a la enfermedad de Alzheimer. Es importante hacerle ver que el Alzheimer no es la única causa de la pérdida de memoria o de otros problemas cognitivos.
Algunas causas se pueden tratar y, con ello, los problemas cognitivos se suelen revertir. Es el caso, por ejemplo, de un déficit de vitamina B12, una infección del tracto urinario, o los efectos secundarios de algunos medicamentos. Si existe una causa reversible para los síntomas, es mejor averiguarla cuanto antes para poder tratarla.
2. Contar con el apoyo de un amigo cercano
Puede ser que nuestro ser querido muestre más predisposición a escuchar a un amigo o vecino que le conozca bien, algo que nos puede suceder a todos. En ese caso, podemos trasladar a esa persona nuestras preocupaciones y comprobar si él o ella también ha notado comportamientos similares en nuestro ser querido.
Si es así, se puede pedir a esa persona que hable con nuestro ser querido y trate de convencerlo para ir al médico. Juntos podéis decidir si es buena idea que haya alguien más presente en la conversación.
3. Pedir ayuda al médico de familia
Si, a pesar de nuestros esfuerzos, la persona es reacia a la idea de consultar con el médico, podemos anotar lo que nos preocupa y observaciones concretas y tratar de hacer llegar una nota al médico de cabecera de nuestro ser querido. Dado que los profesionales de la salud no pueden hablar con nadie acerca de su paciente sin el consentimiento de este, leer nuestro mensaje les puede ayudar a comprender mejor la situación.
Se puede sugerir que el centro médico llame a nuestro ser querido para programar una cita. Puede que sea el momento para comprobar el colesterol o la presión sanguínea. También puede ser necesaria una revisión para renovar una receta. La respuesta dependerá, entre otras cosas, de la accesibilidad y disponibilidad de cada médico y de cada centro asistencial, pero merece la pena intentarlo.
4. Sondear a la persona acerca de cómo le gustaría que actuáramos si notáramos cambios en ella
Otra fórmula para propiciar la conversación es plantear a nuestro ser querido una pregunta directa, por ejemplo: “Si notara algo sobre tu salud física o cognitiva que me preocupara, ¿querrías que te lo contara?” Si la respuesta es sí, podemos empezar a compartir con él o ella nuestras preocupaciones.
Si la respuesta fuera negativa, sería apropiado probar un enfoque diferente para convencerle de la necesidad de ir al médico. Podría resultar útil alguna de estas ideas:
- Sugerir que quizás es el momento de realizar una revisión (sea porque se la suele realizar anualmente, o porque haga mucho tiempo que no se hace ninguna), que puede incluir un reconocimiento cognitivo para saber cómo está la memoria (si ésta es una cuestión a la que le quita importancia, mejor tal vez no hacer referencia a ella).
- Conectar la visita al médico con una actividad agradable. Tratar de vincular la salida al médico con la realización de algo que le guste particularmente. Por ejemplo, “Podemos aprovechar que vamos al médico para luego comer en un restaurante”.
- Si las dificultades cognitivas que presenta la persona son importantes, su capacidad de razonar puede estar afectada. En ese caso, aún con mayor motivo, habrá que recurrir a la creatividad. Por ejemplo, ir a coger el coche juntos para ir a comer o a comprar y aparentar que nos acabamos de “acordar” de que tenemos una cita médica. Se podría mencionar que hace unos días hubo una llamada o carta indicando la cita para una revisión, cuando en realidad la pedimos nosotros mismos.
5. Elegir las palabras cuidadosamente
Es importante pensar muy bien qué palabras vamos a utilizar. Puede que no sea lo mejor mencionar “enfermedad de Alzheimer” o “demencia” cuando compartimos nuestras preocupaciones con él o ella. Una opción puede ser: “vale la pena que vayamos al médico, a ver qué podría estar causando estos cambios”. En este punto es importante reforzar la idea de que, tal vez, sea algo de fácil solución y por eso no merece la pena retrasar la visita.
En todo momento es fundamental expresarle afecto y comprensión. Se puede sugerir que la visita al médico ayudaría a despejar dudas y preocupaciones. De esta forma, la persona podría estar dispuesta a ir al médico para demostrar que no sucede nada y reducir la preocupación de sus familiares.
6. Tener en cuenta que puede haber una crisis
A veces, por más que intentemos todo lo sugerido, nada funciona y la persona puede reaccionar enfadándose ante nuestros intentos de ayuda. Tal vez tenga miedo a perder su independencia; hay que tratar de imaginar cómo nos sentiríamos si estuviésemos en su lugar. A veces es necesario que se produzca un incidente serio y que la visita al médico sea inevitable, quizás una caída, una situación de urgencia, o un episodio importante de desorientación.
En el caso de que no consigamos que acuda al médico y nos preocupe su seguridad, tal vez porque viva sola o porque su conducta pueda poner en peligro a la propia persona y/o a quienes le rodean, es necesario contactar con su centro de atención primaria para poner en conocimiento la situación y que se pueda valorar la necesidad de recurrir a servicios sociales o cuál sería la mejor forma de proceder.
Convencer a alguien para ir al médico no siempre es fácil, sobre todo si la persona intuye que pueden ser malas noticias y no quiere afrontarlas. En cualquier caso, es clave la empatía y la comunicación.