Las fases de la memoria
La memoria permite dar significado a todo lo que percibimos, a la vez que nos permite adquirir nuevos conocimientos y aprendizajes. Para que una nueva información pueda mantenerse en nuestro cerebro y podamos recuperarla cuando la precisemos, es fundamental que se cumplan adecuadamente las distintas fases de la memoria que, en esencia, son tres.
Primera fase: registro y codificación
Esta fase, a menudo llamada también fase de adquisición, representa el momento de entrada de la información a través de los canales sensoriales.. En este punto se analizan las características o detalles del estímulo para poder identificarlos o darles sentido. Para que esto sea posible, la información se debe procesar, es decir, traducir a una representación mental con significado; por ejemplo, cuál es el sonido, qué aspecto tiene o qué significa. Así, luego se podrá almacenar. Cuantos más detalles sean captados y más asociaciones se puedan hacer, más rica y accesible será luego esta información.
Segunda fase: almacenamiento y consolidación de la información
Representa el mantenimiento a largo plazo de la información para poder acceder a ella cuando sea necesario. Aquellas cosas que nos llaman la atención pasan primero a la memoria a corto plazo y, si son correctamente almacenadas, pasan a la memoria a largo plazo. Para que este paso sea posible, la información se debe procesar, es decir, traducir a una representación mental con significado, como; por ejemplo, identificar cuál es el sonido, qué aspecto que tiene o qué significa.
Cuando la información se conecta con memorias y conocimientos existentes, el cerebro crea asociaciones y añade sentido a la información. Si la información es procesada activamente, resultará más sencillo recuperarla posteriormente. Es decir, cuantas más asociaciones se establezcan entre la nueva información y las cosas que ya sabemos, mejor será el recuerdo. En este punto, las implicaciones emocionales juegan también un papel importante en la fijación de los recuerdos.
Finalmente, se produce la consolidación de la información de la memoria a largo plazo, produciendo recuerdos perdurables en el tiempo.
Tercera fase: recuperación o evocación de la información
Se refiere al hecho de recuperar o acceder a la información que en algún momento ha sido registrada y almacenada. Existen distintas formas de evocación o recuperación:
Evocación libre
Es el recuerdo directo o espontáneo de la información. Por ejemplo, recordar el número de teléfono de alguien, aquello que necesitamos comprar sin haber hecho ninguna lista, recordar de forma espontánea dar un encargo a alguien o, simplemente, recitar el abecedario.
Evocación por reconocimiento
En este caso, el hecho de disponer de diferentes opciones nos ayuda a escoger la correcta. Por ejemplo, cuando estamos comprando y sabemos que nos falta alguno, pero no recordamos qué; al pasear por los distintos pasillos del supermercado y observar los estantes, quizás recordaremos de qué se trata cuando la veamos. O el hecho de no recordar el nombre de un personaje y, cuando nos dicen distintos nombres, al escucharlo sabemos cuál es el correcto.
Evocación facilitada
Esta forma de recuerdo o evocación es especialmente efectiva cuando la información se registra de una manera organizada.
Volvamos al ejemplo anterior de la compra en el supermercado: si realizamos mentalmente la lista de la compra y nos esforzamos en organizarla por categorías, tendremos más posibilidades de éxito para recordar después, repasando las categorías; por ejemplo: lácteos (yogures, mantequilla y leche); carne (costillas y salchichas); limpieza (lejía y bayetas), etc.
Evocación inducida
Tiene lugar cuando, sin pretenderlo, se representan de repente unos recuerdos a partir de un estímulo determinado. Por ejemplo, cuando el olor de una comida determinada nos “transporta” a momentos de la infancia o una canción nos trae recuerdos concretos. En este caso tiene mucho que ver la implicación emocional del registro y el almacenaje de la información.
El proceso de memorización requiere un esfuerzo, que puede ser de menor o mayor intensidad, en función del contenido que se quiere recordar, de la asociación más o menos sencilla con las informaciones que ya disponemos, etc.
En algunas ocasiones, solo el hecho de que algo nos atraiga y nos fijemos en los detalles hará que, aunque no nos lo propongamos, podamos recordarlo posteriormente. Es lo que se denomina memoria incidental. En cualquier caso, nunca debemos dar por hecho que recordaremos algo si no hemos hecho un intento deliberado para recordarlo. Si realmente queremos recordar alguna cosa, aquello que se conoce como memoria intencional, será necesario “trabajar” aquella información. También hay que tener presente que el propio sistema de memoria también procede a eliminar la información que no es relevante, porque no es factible recordar todo.
Conocer las fases de la memoria puede ayudarnos a ser más consciente de cómo tratamos la información cuando queremos retenerla, algo que podemos poner en práctica a través de juegos o actividades.
Publicado originalmente el 15 de febrero de 2019, actualizado el 5 de diciembre de 2023.