<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=183660822919076&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">

La retrogénesis en la enfermedad de Alzheimer: ¿volver a ser un niño?

4 min lectura
1 septiembre, 2022
Índice de contenidos

    La retrogénesis es un concepto que hace referencia al proceso por el que los mecanismos degeneran en orden inverso a cómo se adquirieron durante el desarrollo normal. El Dr. Barry Reisberg lo ha estudiado ampliamente y lo empezó a emplear entre los años 80 y 90 para abordar la cuestión de la evolución de los síntomas del Alzheimer.

    Conocerlo ayuda a comprender por qué las personas con Alzheimer parecen volverse como niños. En este artículo analizamos en detalle la retrogénesis en personas con Alzheimer.

    Tipos de retrogénesis: cognitiva y funcional

    Ya en los años 60 y 70, diversos estudiosos de la demencia observaron que el declive de ciertas capacidades en las personas que la padecían parecían seguir un patrón inverso al que estaba descrito en las teorías cognitivas sobre las fases del desarrollo infantil. Es más, se conocen algunos escritos médicos de hace más de dos siglos que ya referían similitudes entre el envejecimiento y el desarrollo infantil normal. 

    En este estudio se basa la retrogénesis, de la que se pueden establecer dos tipos de patrones, el cognitivo y el funcional:

    La retrogénesis cognitiva

    Se han realizado diversos estudios que han permitido establecer paralelismos entre la edad de adquisición de determinadas habilidades mentales durante el desarrollo y la pérdida de las mismas en distintas fases de la progresión de la enfermedad de Alzheimer

    Por ejemplo, la capacidad de realizar cálculos mentales necesarios para una adecuada gestión del dinero en el proceso de una compra cotidiana básica, es algo que un niño suele adquirir entre los 8 y los 12 años, mientras que esta habilidad se suele deteriorar en una fase leve de la demencia por Alzheimer. 

    Las pérdidas cognitivas tienen un impacto en la funcionalidad, es decir, en la capacidad de desarrollar a cabo las actividades de la vida diaria. Por ello, la retrogénesis cognitiva y la funcional, necesariamente, van de la mano.

    La retrogénesis funcional

    El desarrollo infantil se evalúa a menudo según la consecución de ciertas habilidades en la vida cotidiana, para la realización de las cuales se requiere de determinadas capacidades cognitivas y motrices que dependen de la maduración cerebral. 

    La evolución retrogenética en el Alzheimer supone que tales habilidades se van perdiendo en el orden inverso en que se adquirieron. Así, la teoría de la retrogénesis de Reisberg establece unas comparaciones entre la edad de adquisición de algunas habilidades (edad de desarrollo) y la pérdida de las mismas con la progresión de las fases de la enfermedad de Alzheimer. 

    • Por ejemplo, la capacidad para realizar un trabajo (remunerado o no) se adquiere entre los 13 y los 19 años, mientras que es algo que comienza a deteriorarse en una fase de deterioro cognitivo leve.  
    • Otro de los hitos que emplea Reisberg en la definición de esta evolución inversa es la capacidad de escoger la ropa adecuadamente, algo que un niño es capaz de hacer entre los 5 y los 7 años y que se pierden una fase moderada de demencia. 

    Así, los diferentes hitos se emplean para la configuración de unas escalas que ayudan a los profesionales a definir el grado de deterioro de la persona que padece Alzheimer, a la vez que sirven de orientación para comprender qué tipo de asistencia precisa. 

    La persona que padece Alzheimer nunca volverá a ser un niño

    Como ya destacaron Reisberg y colaboradores en un artículo publicado en 1999, es obvio que las personas con Alzheimer no realizan ninguna evolución a la inversa en cuanto a aspectos físicos se refiere. Además, mientras que el desarrollo está marcado por expectativas crecientes, la enfermedad de Alzheimer lo está por expectativas decrecientes.

    Hay otras diferencias muy destacables entre las personas con Alzheimer y los niños, que nos llevan a recordar que las personas con Alzheimer no deben ser tratadas como niños, aunque los cuidados y atenciones que precisan se deban adaptar a las necesidades fundamentales que requieren los niños de la edad de desarrollo equivalente a la fase de la enfermedad en que se encuentren. La empatía es esencial en este sentido.

    Consideraciones y diferencias muy relevantes entre las personas con Alzheimer y los niños

    Siguiendo con las observaciones de Reisberg y colaboradores, es importante destacar lo siguiente:

    • Las personas con Alzheimer conservan, mayoritariamente, su talla adulta hasta fases muy avanzadas de la enfermedad. No vuelven a gatear y, por otro lado, desarrollan una rigidez y contracciones musculares que no tienen equiparación alguna con la evolución motriz de un niño. Es obvio pues, que las implicaciones físicas para su cuidado no son las mismas que las que requiere un niño de edad de desarrollo equiparable.
    • Una persona con Alzheimer, independientemente de la edad de desarrollo con la que se le pueda equiparar, aún puede ser capaz de poner en práctica algunas habilidades adquiridas a lo largo de su vida, que un niño de esa edad de desarrollo aún no ha adquirido.  Por ejemplo, una persona con Alzheimer moderadamente grave, incapaz de vestirse sola (edad de desarrollo, 5 años), tal vez aún pueda realizar alguna labor de costura de cierta complejidad, impensable para un infante de 5 años. Por tanto, siempre es imprescindible atender a la individualidad, más allá de lo esperable por la fase de la enfermedad
    • Debido a su edad, en muchos casos, las personas con Alzheimer tienen otras enfermedades o trastornos concomitantes. Ello puede afectar también a la expresión de sus síntomas y a la funcionalidad cotidiana, pudiendo generar un exceso de dependencia, más allá del que sería esperable por la fase de la enfermedad. De nuevo, la atención que precisa cada persona con Alzheimer deberá ser personalizada.
    • Por último, pero no por ello menos importante, no podemos olvidar que cada persona con Alzheimer tiene su propio bagaje histórico personal. Cada quien ha adquirido unos conocimientos distintos a lo largo de su vida, ha tenido unos intereses particulares, habilidades, relaciones sociales y un largo etcétera de aspectos que han configurado su trayectoria vital y, en definitiva, su persona. Algo que en un niño es un porvenir, en una persona con Alzheimer es un pasado, que le acompañará y deberá ser tenido en cuenta hasta sus últimos días.

    La retrogénesis es un reflejo de la involución cerebral

    Este proceso de reversión en la enfermedad de Alzheimer respecto a la evolución del desarrollo normal desde el nacimiento, se ha observado en distinta medida y a diferentes niveles: cognitivo, funcional, emocional, clínico, neurológico (aparición de ciertos reflejos), neuropatológico (patrones de pérdida neuronal, cambios neurometabólicos, o vulnerabilidad de la mielina, por ejemplo) y biomolecular cerebral (como la activación de ciertas proteínas en algunas áreas). Todo ello, conduce a un patrón retrogenético bastante robusto que permite establecer cierta correlación entre las fases de progresión de la enfermedad y la edad de desarrollo

    ¡Haz tu donación con tan solo 3 pasos!

    Ayúdanos a avanzar por un futuro sin Alzheimer

    Tu aportación se destinará a la investigación para vencer a esta enfermedad

    Entidades solidarias