Alzheimer avanzado: cómo afrontarlo
Las diversas fases de la enfermedad de Alzheimer se definen por un conjunto de síntomas habituales, aunque en cada persona afectada puedan manifestarse de forma diferente o con distinta intensidad.
La fase avanzada del Alzheimer es a veces referida en el contexto médico como la fase III, o según otra forma de gradación (la Escala de Deterioro Global, del inglés Global Deterioration Scale), lo que corresponde a las fases GDS 6 y GDS 7 (esta última ya muy avanzada).
Conforme la enfermedad va avanzando, las necesidades de atención van cambiando. Aunque suele ser difícil encajar la pérdida progresiva de autonomía y la difícil comunicación con nuestro ser querido afectado, solo podremos minimizar su impacto con una progresiva adaptación a los cambios, a medida que se van presentando.
Los síntomas del Alzheimer avanzado
A medida que la enfermedad progresa, las necesidades de la persona con Alzheimer van cambiando. Cuando el Alzheimer está avanzado, la persona experimenta un gran deterioro cognitivo y funcional que conducirá a una dependencia absoluta y requerirá de ayuda para llevar a cabo actividades básicas como alimentarse, asearse, vestirse o moverse. En esta fase aparecen también problemas de control de esfínteres, primero urinarios y, luego, intestinales.
Los síntomas conductuales del Alzheimer pueden manifestarse en forma de obsesiones, agitación, ansiedad, episodios de agresividad, incluso delirios o alucinaciones. Estas alteraciones, no obstante, son muy variables y no las presentan todas las personas afectadas por la enfermedad. En el caso de presentarse y ser muy disruptivas (ya sea para la propia persona o para su entorno) es útil llevar un sencillo registro de cuándo suceden, cómo son y cómo evolucionan. De esta forma, en la consulta con el médico o con otro profesional especializado, será más fácil orientar la forma de abordarlas (farmacológica o no farmacológicamente).
La demanda de cuidados en la fase avanzada
La demanda de cuidados en la fase avanzada del Alzheimer puede superar las posibilidades de atención en el hogar por parte de la persona cuidadora principal, pudiendo experimentar síntomas de sobrecarga. Llegado ese momento, es recomendable buscar apoyo para llevar a cabo determinadas actividades relacionadas con el cuidado, particularmente aquellas que implican actividades rutinarias y físicas, como el mantenimiento de la higiene o el vestir.
Tal vez, resulte oportuno valorar la decisión de ingresar a una persona con Alzheimer en una residencia, para garantizar que recibe los cuidados que necesita y los seres queridos poder centrar sus atenciones en los aspectos emocionales, la compañía tranquila o la expresión de afecto.
Las dificultades de comunicación
Cuando el lenguaje verbal ya se encuentra muy afectado en la fase de Alzheimer avanzado, la conducta puede convertirse en una forma de comunicación para expresar malestar o molestia. Ante una conducta extraña hay que preguntarse si la persona intenta transmitir un dolor o una incomodidad, prestando atención a las señales físicas y a los signos no verbales, como gestos o expresiones faciales. En caso de sospecha hay que consultar al médico para encontrar la causa del dolor. A veces, una determinada conducta o comportamiento puede estar reflejando una necesidad concreta: hambre, sueño, cansancio… La observación detallada puede llevar a deducir qué quiere decir determinados gestos o comportamientos de nuestro ser querido con Alzheimer
La importancia de la afectividad y del contacto físico
En la fase avanzada del Alzheimer, a la persona afectada le resulta cada vez más difícil comprender e integrar todas las señales del entorno. Hemos de pensar que, lo que a nosotros nos parece muy simple, a ella le puede resultar muy complejo de comprender, porque hasta las cosas más cotidianas se pueden ver desprovistas de sentido para quien su cerebro ya está muy mermado. En estos momentos, la mejor forma de reforzar la conexión con el mundo que lo rodea es a través de la comunicación paraverbal (el tono de voz, el volumen, la velocidad del habla…) y de la no verbal (los gestos, el contacto físico, los besos…).
Por eso, cuando el Alzheimer está avanzado, es recomendable propiciar este tipo de comunicación: mirarle a los ojos, sonreír, cogerle de la mano o del brazo, acariciarle la cara… y estimular sus emociones de forma sensorial, como ponerle su música favorita o relevante en distintos momentos de su vida, cocinar su plato favorito, ponerle un perfume que le gustaba, mirar fotos juntos… En este enlace, por ejemplo, ofrecemos algunos consejos para disfrutar de la música en casa. Aunque parezca que la persona ya no nos entiende no hay que dejar de hablarle, en un tono calmado, ya que suele resultar reconfortante escuchar una voz conocida.
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