Sin embargo, a menudo, el estado de ánimo o las emociones de las personas cuidadoras o de otras cercanas a la persona con Alzheimer, se pueden reflejar en ella. Esta transferencia de determinadas emociones, o contagio emocional, se traduce en una reproducción mimética (como por imitación) del estado de ánimo de quien cuida o de personas cercanas a la persona con Alzheimer. Es decir, si la persona cuidadora está alegre, relajada y optimista, es más probable que la persona con Alzheimer también se muestre así, pero lo mismo sucederá si, por el contrario, quien cuida muestra nervios o enfado.
¿Cómo se manifiesta el contagio emocional en las personas con Alzheimer?
Hay que comprender que la confrontación o los intentos por hacer que la persona con Alzheimer entre en razón son estrategias poco efectivas para reconducir su conducta. Además, nos van a suponer un gran desgaste emocional. Es muy importante tener siempre presente que las actitudes, reacciones y conductas de la persona con Alzheimer, por desconcertantes que parezcan, están mediatizadas por la enfermedad y no se rigen por su propia voluntad. Tenerlo presente nos ayudará a desvincularlas de una intención negativa hacia nosotros, y nos permitirá optar de forma más natural por la empatía y la comprensión. Si adoptamos una actitud empática nos resultará más fácil comprender sus sentimientos, emociones y temores y podremos propiciar una interacción más serena y productiva.
A grandes rasgos, podemos distinguir dos tipos de empatía: la empatía afectiva, que es la capacidad para responder con una emoción apropiada a la situación del otro, es decir, compartir su experiencia emocional, y la empatía cognitiva, que es la capacidad de comprender y apreciar el estado mental del otro. La empatía cognitiva es más “racional” y se ve afectada más precozmente que la afectiva debido a que esta última refleja una forma de “contagio emocional”, es más fisiológica y no depende tanto de funciones cognitivas superiores. En realidad, la empatía afectiva, o “contagio emocional”, es algo relativamente preservado hasta fases avanzadas de la enfermedad.
Por esta razón también, a menudo, el estado de ánimode quien cuida o de las personas cercanas, se puede ver fácilmente reflejado en la persona con Alzheimer. Nos referimos al contagio del humor y del estado de ánimo, sea negativo o positivo. Si la persona con Alzheimer ve a la persona que le cuida animado, riendo, cantando, bailando… fácilmente se “contagiará” de ese estado, lo imitará y lo acompañará. La actitud de uno fácilmente induce la del otro. Ahora bien, este mismo efecto también se produce con los estados de ánimo negativos como la irritabilidad, el nerviosismo, la tristeza… Eso no significa que la persona cuidadora no pueda permitirse sentirlos y expresarlos (¡en absoluto!), sino que ha de valorar los efectos que, en ciertos momentos, puede tener su manifestación sobre la persona con Alzheimer y cómo su actitud hacia ella puede repercutir en su conducta. Por eso, es clave que quien cuida también tenga su válvula de escape y pueda manejar, expresar y compartir sus propias emociones.