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El manejo de las emociones y sentimientos ante el Alzheimer

4 min lectura
8 marzo, 2022
Índice de contenidos

    Ser capaz de gestionar el torrente de  sentimientos que supone cuidar a un ser querido con Alzheimer pasa por el manejo de las propias emociones y sentimientos. Comprender lo que se siente y analizarlo, potenciará la capacidad de la persona cuidadora para sobrellevar una situación vital que es estresante y compleja.

    En este artículo intentamos dar algunas pautas para aprender a manejar las emociones en situaciones complicadas para quien cuida.

    Cuidado, autocuidado y manejo de emociones

    La labor de cuidar a una persona con Alzheimer acostumbra a ser un proceso largo. Los continuos cambios a los que hay que hacer frente provocan que quien cuida se vea absorbido, algo que suele conllevar altos niveles de estrés. A menudo también, el propio cuidado, emocional y físico, de la persona que atiende quien padece la enfermedad queda relegado a un segundo plano.

    Nadie dispone de un “manual de instrucciones” que indique cómo afrontar el día a día con un ser querido con Alzheimer, ni cómo interpretar y manejar las sensaciones y emociones que se pueden ir experimentando, al mismo tiempo que la enfermedad va evolucionando

    No se puedan dar consejos igual de eficientes y válidos para todo el mundo por diversas razones. Del mismo modo que no hay dos personas iguales, la enfermedad de Alzheimer también se expresa de formas distintas en cada uno. Además, las circunstancias de cada familia son diferentes y, a su vez, cada persona cuidadora experimenta las circunstancias de un modo particular. Cada persona, pues, maneja de forma diferente las emociones y las siente con distinta intensidad.

    El manejo de emociones, sensaciones y pensamientos

    Es probable que, en determinados momentos, quien cuida (o cualquier familiar cercano a la persona con Alzheimer) sienta confusión ante sus propios sentimientos

    Es habitual que algunos de sus pensamientos le puedan parecer inaceptables, debido a que puede experimentar emociones que se sienten como negativas hacia la persona con la enfermedad. Puede ser que la persona se sienta juzgada por los demás si expresa o manifiesta según qué sentimiento o emoción, incluso temer que se le pueda malinterpretar.

    Veamos, a continuación, algunas situaciones que pueden darse en el día a día con una persona con Alzheimer y cómo pueden impactar en las emociones y sentimientos de quién le cuida:

    Frustración

    Presenciar un comportamiento inapropiado en la mesa, confundiendo los cubiertos o la forma de usarlos, comprobar que no es capaz de vestirse correctamente o cualquier otra situación cotidiana que desmonte nuestras expectativas más básicas respecto al comportamiento esperado de nuestro ser querido con Alzheimer, suele generar frustración.

    Culpabilidad

    Si creemos que con nuestros actos o nuestras reacciones, podemos haberle hecho sentir mal, o confundirle aún más, podemos sentirnos culpables. Es habitual preguntarse cómo es posible que le hayamos gritado o plantearse si hemos errado en nuestra forma de actuar, pensando que, de haberlo hecho de otro modo, hubiéramos podido evitar algún percance.

    Tristeza

    Asistir en primera persona a la pérdida progresiva de capacidades y autonomía de alguien y asumir que las expectativas y planes de futuro, tanto de la persona afectada como de quien la cuida, se vean truncados por el Alzheimer generará, comprensiblemente, sentimientos de tristeza.

    Enfado

    La persona cuidadora puede enfrentarse a situaciones que no le gustan o que le molestan. Puede también sentirse agredida o despreciada por la persona afectada (por ejemplo, si esta le grita o le insulta, o parece que no le preocupa cómo la otra persona se siente o le lleva la contraria sistemáticamente).

    En estas ocasiones fácilmente puede aparecer el enfado. Se trata de una emoción natural y transitoria, pero es importante aprender a controlarla. El enfado fuera de control sí puede ser perjudicial, ya que puede suponer que se generen picos de ansiedad. Si nos valemos de algunas estrategias para controlarla a tiempo, resultará más fácil evitar mayores consecuencias y nos sentiremos mejor. Una técnica útil es la de la respiración profunda o diafragmática.

    Aceptar las propias emociones

    Hay que comprender que experimentar un torbellino de sensaciones cuando se cuida a un ser querido con Alzheimer es totalmente normal. Lo importante es aceptar y gestionar adecuadamente este tipo de emociones y sentimientos. De lo contrario, se puede caer en la infravaloración de uno mismo. Restar importancia a lo que hacemos, a nuestras habilidades, actitudes, comportamiento y dedicación puede incrementar el sentimiento de culpabilidad por no saber cómo afrontar una situación desbordante. 

    En momentos puntuales se puede experimentar una sensación de renuncia, que se traduce en el deseo de abandonar aquello que para uno siempre había sido importante. Esto se debe a que es habitual pensar que ya no hay forma de mantenerlas, ni merece la pena intentarlo, puesto que es necesario dedicar todo el tiempo disponible al ser querido con Alzheimer. 

    Sin embargo, antes de renunciar a aspectos que sean importantes para nosotros, hay que valorar si, realmente, no hay ninguna otra posibilidad para mantenerlos sin que el cuidado a la persona con Alzheimer se vea afectado significativamente. 

    Es importante que quien cuida mantenga sus aficiones y su espacio personal, aprendiendo a distribuir el tiempo de forma más eficiente y combinando las responsabilidades del cuidado con tiempo para el ocio y el descanso. Para conseguirlo, es clave pedir y aceptar ayuda o apoyo. Asistir a grupos de acompañamiento para familiares de personas con Alzheimer o asistir a un grupo terapéutico para personas cuidadoras familiares, son recursos a considerar si uno no sabe por dónde empezar. 

    Cuidar de un ser querido con Alzheimer implica superar muchos retos a nivel personal y enfrentarse a muchas emociones, a menudo, ambiguas. Es muy importante ser capaz de reconocer e identificar cómo uno se siente y el motivo de las emociones que se experimentan, para analizar cómo estamos interpretando los hechos y tratar de modificar nuestras percepciones y reacciones. 

    La gestión y el manejo de las emociones nos ayudará a potenciar nuestra resiliencia, esa capacidad que nos facilita sobrellevar las situaciones vitales estresantes, extrayendo de ellas aspectos positivos, y crecer personalmente.

     
     

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