Empezaremos por analizar el significado de las dos palabras que forman este concepto. “Demencia” es un síndrome, es decir, un conjunto de signos y síntomas que se presentan juntos y suelen ser característicos de alguna condición de salud. Este síndrome se caracteriza por alteraciones cognitivas y conductuales y conlleva pérdida de autonomía de quien lo padece.
“Senil” es un término asociado al envejecimiento, a la senectud avanzada. Este término se empleó como etiqueta diagnóstica en una época en la que no se disponía de tanto conocimiento como ahora sobre las demencias y las causas que las producen.
A medida que evolucionó el conocimiento, se empleó durante un tiempo la distinción entre “senil”, si la demencia aparecía a partir de los 65 años de edad, y “presenil” si aparecía antes.
Tratar de poner límites de edad para definir cuándo a una persona se la puede considerar senil o mayor siempre tendrá tintes de arbitrariedad, puesto que el envejecimiento forma parte del contínuum de la vida y tales estimaciones dependen de muchos factores, tanto subjetivos, como culturales, entre otros.
Confusiones y derivaciones del uso del concepto “demencia senil”
Hablar de demencia senil solo porque la demencia se manifiesta a partir de cierta edad, puede llevar a las siguientes derivaciones y confusiones:
Empobrece el diagnóstico
El uso de esta etiqueta no especifica cuál es la alteración o enfermedad de base que causa o conlleva el desarrollo de los síntomas de la demencia. Es importante tener claro que la demencia siempre es consecuencia de una enfermedad o alteración cerebral, la cual dará lugar a distintos tipos de demencia.
Induce a confusión
Puede dar pie a pensar que en edades avanzadas es normal padecer demencia. El envejecimiento es el principal factor de riesgo para desarrollar alguna forma de demencia, pero es importante recordar que la demencia no es una consecuencia inevitable del hecho de envejecer.
La edad y los factores genéticos son los principales factores de riesgo no modificables para padecer la enfermedad de Alzheimer que, a su vez, es la principal causa de demencia. También existen una serie de factores de riesgo modificables que pueden modular los efectos de la edad y la genética y ayudarnos, en general, no solo a evitar la demencia, sino a envejecer de manera saludable.
Con la edad, al igual que sucede con otras características o con ciertas funciones fisiológicas, es esperable que se experimente un cierto declive, por el llamado envejecimiento cognitivo. Algunas capacidades, como algunos aspectos de la memoria, la atención o la velocidad de procesamiento de la información pueden tornarse un poco más laboriosas, requerir de mayor tiempo de respuesta o algunas ayudas, pero no de forma suficientemente acusada como para generar dependencia de terceras personas, que es la clave cuando hablamos de demencia.
La relevancia del lenguaje en la generación de estereotipos
Es muy importante que el progreso científico y del conocimiento se acompañe de los cambios correspondientes en el lenguaje que se emplea para referirse a las enfermedades, sus síntomas y a quienes los padecen.
Las etiquetas que a menudo se usan para referirse a ellas, aunque sea inconscientemente, comportan una serie de connotaciones que pueden derivar en actitudes o percepciones que no ayudan a fomentar la dignidad de la persona, o que pueden conllevar prejuicios respecto a un colectivo.
Es importante evitar el uso del concepto “demencia senil”, también en el lenguaje popular, puesto que puede contribuir a perpetuar actitudes o percepciones que estigmaticen el envejecimiento. Si no se revisan los conceptos, se puede favorecer la perpetuación de falsas creencias basadas en desconocimientos ya superados. Este es el caso de muchos mitos sobre la enfermedad de Alzheimer que aún deben ser desterrados.
Publicado originalmente el 27 de noviembre de 2020, actualizado el 17 de noviembre de 2023.