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¿Por qué la persona cuidadora a veces es reticente a pedir ayuda?

3 min lectura
27 julio, 2022
Índice de contenidos

    En ocasiones quienes cuidan de  familiares de personas con Alzheimer se autoimponen limitaciones en el momento de pedir ayuda. Lo hacen pensando que el cuidado de su allegado es enteramente su responsabilidad y que no deben cargar a nadie con sus problemas. Pueden pensar, también, que nadie va a estar dispuesto a ayudar, o que no sabrán cómo hacerlo. En otros casos, quienes cuidan  pueden sentir vergüenza al solicitar apoyo, o sentirse culpables por pensar que es un indicio de debilidad o de falta de competencia.

    Probablemente, del entorno más próximo se puede recibir más ayuda de la que uno imagina. Pero, para ello, hay que pedirla y, lo que es más importante, saber cómo pedirla. En este artículo damos algunas sugerencias sobre cómo pedir ayuda.

    Reticencias a pedir ayuda

    Ideas preconcebidas o pensamientos, a menudo distorsionados o poco realistas, pueden llevar a la persona cuidadora principal a mostrarse reticente a pedir ayuda. Algunos ejemplos son:

    • Dar por supuesto que el ofrecimiento de ayuda debería venir de los demás. La persona que cuida debe entender que, si no explica la situación y sus consecuencias, es difícil que los  demás se den por enterados y que, espontáneamente, ofrezcan ayuda.
    • Considerar que el cuidado de la persona afectada es exclusivamente su responsabilidad. Ejercer el rol de persona cuidadora principal no está reñido con compartir ciertas parcelas de la atención que la persona enferma precisa y con que otras personas, adecuadamente informadas, asuman algunas funciones.
    • Pensar que los demás están muy ocupados y no querer molestar. Quien cuida ha de recordar que también tiene derecho a disponer de algo de tiempo para sí mismo, igual que los demás.
    • Interpretar el pedir ayuda como indicio de debilidad. La persona cuidadora ha de comprender que contar con ayuda es fundamental para poder cuidar de sí misma y de su familiar dependiente, y que esto es preciso para disponer de la fortaleza necesaria para sobrellevar de la mejor manera su día a día.
    • Haber pedido ayuda en alguna ocasión y no haber obtenido la respuesta esperada. Quizás no se solicitó la ayuda de forma adecuada, a la persona más indicada o en el momento oportuno, pero esto no es motivo para no aprender a pedir ayuda de forma eficaz y volverlo a intentar.
    • Creer que nadie va a saber cuidar o atender a su familiar tan bien como ellos. El día a día con la persona con Alzheimer supone un aprendizaje continuo y una adaptación constante a la persona afectada. Seguramente, la persona cuidadora principal es quien mejor puede atender a la persona afectada, por ser quien mejor conozca su comportamiento y sus necesidades. Aun así, o si realizan peticiones concretas y bien dirigidas, es posible recibir apoyo en momentos determinados y ganar así en autonomía y tiempo para uno mismo.

    Distinción entre responsabilidad y culpa

    A veces, un obstáculo para pedir ayuda es confundir los conceptos de responsabilidad y culpa. 

    • La responsabilidad hace referencia a la obligación moral de hacer o decidir sobre alguien o sobre algo, asumiendo las consecuencias que se pueden derivar de la propia forma de actuar. 
    • La culpa, como emoción, suele estar muy ligada a la percepción de responsabilidad. Es un sentimiento que se experimenta ante un hecho no deseado que se considera que ha sido el resultado de algo que uno ha hecho o que no ha hecho. Aunque la responsabilidad de la atención a un familiar con Alzheimer recaiga fundamentalmente en su persona cuidadora principal, es importante comprender que no todo aquello que no conduzca a su máximo bienestar se deba a, ni mucho menos, la forma de actuar de la persona cuidadora y que, por tanto, sea su “culpa”.

    Aunque pedir y recibir ayuda pueda parecer algo simple, suele requerir de un proceso de aprendizaje. Tanto la salud de la persona cuidadora como la calidad de los cuidados que ofrezca a su familiar pueden depender, en gran medida, de saber pedir ayuda y, también, de saber aceptarla. Si quien cuida lo hace en soledad o siente que no encuentra la forma de aprender a pedir ayuda, puede acudir a grupos terapéuticos o asociaciones de familiares de personas con Alzheimer.

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