El gen más conocido vinculado con el Alzheimer común, de aparición tardía, es el gen de riesgo de la apolipoproteína E (APOE), que existe en tres variantes principales:
- APOE -ε2: es poco frecuente y parece ofrecer un cierto efecto protector).
- APOE -ε3: es la forma más común y que no parece incidir en el riesgo de Alzheimer.
- APOE -ε4: su frecuencia es intermedia entre las dos anteriores y se relaciona con un incremento del riesgo de padecer Alzheimer.
Todo el mundo hereda dos copias de cada gen, una de cada progenitor. Por tanto, cada persona hereda dos copias del gen APOE. Tener una copia de la forma ε4 se asocia con un riesgo, aproximadamente, 2-3 veces mayor de desarrollar la enfermedad de Alzheimer en comparación con quienes no lo tienen. Si una persona hereda dos copias de la forma ε4, el riesgo puede ser hasta 10-12 veces mayor. Aun así, no todas las personas portadoras de la forma ε4 desarrollarán la enfermedad de Alzheimer y muchas personas sin esta forma también pueden llegar a desarrollarla.
En realidad, en alrededor del 99% de los casos, la genética no es un factor determinante. El principal factor de riesgo para que la enfermedad se manifieste es el hecho de hacerse mayor, es decir, la edad, aunque ello no implica que desarrollar Alzheimer o cualquier otra forma de demencia sea una consecuencia inevitable de envejecer, llevando a la confusión a la que ha contribuido el desafortunado concepto de “demencia senil”. En el riesgo de desarrollar Alzheimer, también influyen otros elementos como los hábitos de vida, la salud cardiovascular o la exposición ambiental.
Por lo tanto, aunque la genética puede contribuir a la predisposición de desarrollar Alzheimer, en la mayoría de los casos, no es determinante. El desarrollo de la enfermedad de Alzheimer es el resultado de una combinación compleja de factores genéticos y no genéticos.
El rol del gen del APOE en el desarrollo de la patología Alzheimer en el cerebro
En los últimos años, los estudios científicos han confirmado que el gen APOE, además de influir en el riesgo de desarrollar síntomas de Alzheimer, también tiene un papel clave en cómo y cuándo aparece la patología a nivel cerebral (los cambios que se producen en el cerebro a partir de los cuales se pueden desarrollar los síntomas). Es decir, especifica la Dra. Vilor-Tejedor, no solo está relacionado con los síntomas clínicos, sino también con la acumulación de las lesiones características del Alzheimer en el cerebro como las placas de proteína beta-amiloide y tau.
Por ejemplo, se ha visto que las personas portadoras del alelo ε4 del gen APOE tienden a acumular estas proteínas de forma más temprana e intensa, incluso años antes de que aparezcan los primeros signos de deterioro cognitivo. Sin embargo, esto no significa que todas las personas con esta variante genética desarrollen la enfermedad.
Cada vez entendemos mejor que el desarrollo de síntomas no depende solo de la presencia de estas alteraciones cerebrales, sino también de la capacidad del cerebro para resistir o compensar sus efectos. Esta capacidad está relacionada con la reserva cognitiva y con la resiliencia cerebral. En esta resistencia, juegan un papel clave factores como la educación, los hábitos de vida saludables o una buena salud vascular. Por eso, aunque el gen APOE influya en el inicio de la patología cerebral, no determina por sí solo si una persona desarrollará síntomas de Alzheimer o no.
Otros genes relacionados con el Alzheimer
Aunque el gen APOE es el más conocido, no es el único implicado en el Alzheimer. En los últimos años, los avances en genética han permitido identificar decenas de otros genes que también podrían influir en el riesgo de desarrollar la enfermedad.
A diferencia del APOE-ε4, que tiene un efecto más marcado, la mayoría de estos otros genes tienen efectos más sutiles, pero que pueden ser relevantes cuando actúan en conjunto. Entre los más estudiados destacan TREM2, relacionado con la respuesta inmunitaria del cerebro, o CLU, BIN1, PICALM, ABCA7 y SORL1, que participan en procesos como la eliminación de proteínas de desecho, el transporte de lípidos o la comunicación entre neuronas. Estos genes no causan directamente la enfermedad, pero pueden influir en cómo se acumulan ciertas proteínas o en cómo responde el cerebro ante los primeros signos de daño. Aunque todavía se está investigando el papel exacto de muchos de ellos, sabemos que participan en procesos clave que pueden facilitar o dificultar el desarrollo del Alzheimer.
Por eso, este tipo de investigación genética es esencial no solo para entender mejor la enfermedad, sino también para identificar posibles dianas terapéuticas y diseñar estrategias de prevención más personalizadas. Cuanto más conozcamos sobre los factores genéticos que contribuyen al Alzheimer, mejor podremos anticiparnos y actuar antes de que aparezcan los síntomas, afirma la Dra. Vilor-Tejedor.
¿En qué casos puede hablarse de “Alzheimer hereditario”?
Tan solo en un 1% o menos de los casos de Alzheimer, las causas de la enfermedad pueden atribuirse directamente a una alteración genética heredada. Es lo que se conoce como Alzheimer familiar o de inicio precoz, una forma poco frecuente que, a menudo, se acompaña de una evolución más rápida de la enfermedad. Actualmente, se sabe que estas formas de Alzheimer hereditario están asociadas a mutaciones en uno de los tres genes específicos: APP, PSEN1 o PSEN2. Cuando alguna de estas mutaciones está presente, la enfermedad suele aparecer en personas jóvenes, generalmente antes de los 60 años de edad e incluso, en algunos casos, antes de los 50 años.
Este tipo de Alzheimer sigue un patrón que se denomina de herencia autosómica dominante. Esto significa que cada descendiente de una persona portadora de la mutación tiene un 50% de probabilidades de heredarla y, por tanto, de desarrollar la enfermedad. Aunque estos casos son excepcionales, su estudio ha sido clave para comprender mejor los mecanismos biológicos que desencadenan el Alzheimer.
Factores de riesgo que sí podemos modificar
Además de la genética y la edad, que son factores que no podemos cambiar, existen otros factores de riesgo asociados al Alzheimer sobre los que sí podemos actuar. Cada vez hay más evidencias científicas que apuntan a una estrecha relación entre la salud del corazón y la del cerebro: lo que es bueno para el sistema cardiovascular, también lo es para nuestra salud cerebral.
Por eso, para favorecer la salud cerebral, es recomendable:
- Seguir una dieta mediterránea.
- Procurar mantener un peso saludable.
- Evitar los hábitos tóxicos como el tabaco o el consumo de alcohol.
- Hacer ejercicio físico de forma regular.
- Cuidar nuestro bienestar emocional.
- Mantener activa la mente.
- Cultivar las relaciones sociales.
Alzheimer hereditario: comprender los riesgos y lo que sí podemos cambiar
A modo de resumen, la Dra. Vilor-Tejedor, enfatiza que el Alzheimer no está genéticamente determinado en la mayoría de los casos (no es lo que entendemos como “Alzheimer hereditario”). Aunque ciertos aspectos genéticos pueden aumentar el riesgo de desarrollar esta enfermedad, no son determinantes para su aparición. Además de la edad y la genética, existen otros factores de riesgo que podemos modificar adoptando hábitos de vida saludables y promover nuestra salud cerebral.
Referencias y enlaces de interés
- Andrews SJ, Renton AE, Fulton-Howard B, Podlesny-Drabiniok A, Marcora E, Goate AM. The complex genetic architecture of Alzheimer's disease: novel insights and future directions. EBioMedicine. 2023 Apr;90:104511.
- Karagas N, Young JE, Blue EE, Jayadev S. The Spectrum of Genetic Risk in Alzheimer Disease. Neurol Genet. 2025 Jan 29;11(1):e200224.
- Livingston G, Huntley J, Sommerlad A, et al. Dementia prevention, intervention, and care: 2024 report of the Lancet Commission. Lancet. 2024.
- Vilor-Tejedor N, Genius P, Rodríguez-Fernández B, et al. Genetic characterization of the ALFA study: Uncovering genetic profiles in the Alzheimer's continuum. Alzheimers Dement. 2024 Mar;20(3):1703-1715.
- NIH. National Institute on Aging. La genética de la enfermedad de Alzheimer.
- Alzheimer’s Association. ¿Es hereditaria/genética la enfermedad de Alzheimer?
Publicado originalmente el 22 de mayo de 2020, actualizado el 10 de septiembre de 2025.