En el Barcelonaβeta Brain Research Center de la Fundación Pasqual Maragall se llevan a cabo diversos proyectos de investigación clínica para conocer mejor cómo se inicia la enfermedad de Alzheimer y de qué manera evoluciona.
Uno de los objetivos más importantes es diseñar estrategias de prevención que nos ayuden a retrasar o incluso frenar la aparición de los síntomas.
Lamentablemente, a fecha de hoy aún no disponemos de ningún fármaco comercializado con evidencia suficientemente contrastada sobre la modificación del curso de la enfermedad de Alzheimer. Aún así, hay diversos ensayos clínicos esperanzadores en marcha . En este contexto, expertos nacionales e internacionales apuestan también por los estudios de prevención, tanto primaria como secundaria, dirigidos a personas cognitivamente sanas o con sintomatología muy leve. Se trata de actuar antes de que se haya producido la pérdida neuronal de considerable magnitud que conlleva la aparición de la demencia.
Un estudio realizado recientemente en Reino Unido demuestra que las investigaciones de factores de riesgo y estrategias de prevención recibieron tan solo el 5% de la financiación destinada a demencias. El resto se dedican a la subvención de estudios relacionados con el diagnóstico (11%), la atención y el acompañamiento a la persona enferma (20%) y a la búsqueda de las causas, la cura y el tratamiento (64%). Esta tendencia, no obstante, está cambiando en los últimos años y los recursos se están reorientando a la investigación de estrategias preventivas.
Prevención secundaria: tratar el Alzheimer antes de que aparezcan sus síntomas
¿Se podrá detener el avance de la enfermedad de Alzheimer algún día? ¿Se conseguirá un fármaco que frene la aparición de los síntomas? Una de las observaciones más frustrantes de los últimos años ha sido ver cómo fracasaban todos los ensayos en Fase 3 de medicamentos novedosos. Todo apunta a que el fracaso podría estar relacionado con una administración del fármaco demasiado tardía, pues el cerebro ya tendría unas lesiones probablemente irreversibles. Aunque hay esperanza con la aprobación en Estados Unidos de un nuevo fármaco y de otros que están en vías avanzadas y prometedoras, todavía hay que seguir progresando en la investigación y en la evidencia científica.
La investigación clínica del Alzheimer se enfrenta a una nueva perspectiva: la de una enfermedad con una fase preclínica silenciosa, que comienza décadas antes de que los primeros síntomas se manifiesten. La prevención secundaria es aquella que se dirige a modificar los procesos de la enfermedad en personas que aún no presentan síntomas, pero que ya están experimentando cambios cerebrales detectables mediante biomarcadores específicos.
Se trataría, pues, de intervenir en etapas previas, cuando la persona no presenta síntomas, frenando o haciendo más lento el progreso de la neurodegeneración para evitar llegar a la fase de demencia o retrasar al máximo su aparición.
Prevención primaria: reducir las posibilidades de padecer demencia
En los años cincuenta se pensaba que la arteriosclerosis y el colesterol eran consecuencias inevitables del envejecimiento. Sin embargo, un estudio iniciado en 1945 en la ciudad norteamericana de Framingham nos ha permitido conocer mejor los factores de riesgo de las enfermedades cardiovasculares. Con la aplicación de este conocimiento, la mortalidad por estas causas se ha conseguido reducir globalmente hasta un 70%.
Gracias a este estudio, hoy sabemos que no es la vejez, sino la hipertensión, la diabetes y la obesidad los factores de riesgo que aumentan las posibilidades de padecer enfermedades cardiovasculares. También hemos comprendido que el ejercicio moderado, la dieta y no fumar son claves para su prevención.
En los últimos años, se han publicado los primeros estudios que prueban la existencia de oportunidades para hacer prevención primaria en el ámbito de las demencias. Es decir, que existen un conjunto de prácticas que pueden disminuir el riesgo de presentar las causas que probablemente conducirán a alguna de ellas.
Centrándonos en cómo prevenir el Alzheimer, sabemos que lo que es bueno para el corazón, también lo es para el cerebro. Se calcula que adoptando unos hábitos de vida saludables se podrían prevenir casi uno de cada tres casos. El ejercicio físico, la actividad cognitiva, las relaciones sociales y la dieta tienen un papel muy relevante en la salud de nuestro cerebro.
Existen estudios, realizados en países nórdicos, que han demostrado la disminución de la incidencia de demencia en personas mayores de 65 años con cierto deterioro cognitivo que habían incorporado en su vida cotidiana prácticas de prevención para el control de los factores de riesgo cardiovascular.
Consejos para prevenir el Alzheimer
- Controlar los factores de riesgo cardiovascular: colesterol, hipertensión, diabetes, obesidad, tabaquismo.
- Dieta equilibrada: llevar una dieta variada y equilibrada, como la dieta mediterránea, que incluya alimentos como aceite de oliva virgen extra, legumbres, frutos secos, fruta, verdura, pescado…
- Ejercicio físico: caminar y mantenerse activo es fundamental. Siempre adaptando la actividad a las características de la persona.
- Mente activa: ofrecer retos a la mente ayuda a mantener nuestra reserva cognitiva, aprender nuevas habilidades, hacer crucigramas, leer, apuntarse a talleres o cursos…
- Vida social: relacionarse con otras personas nos ayuda a mantener las conexiones neuronales activas y resulta clave para nuestro bienestar.
Ensayos clínicos de fármacos para la prevención
Bajo esta nueva visión, los ensayos clínicos de nuevos medicamentos se han ido trasladando hacia fases más iniciales de la enfermedad, en personas que no tienen síntomas pero que presentan un riesgo elevado de llegar a padecer demencia.
Este tipo de prevención requiere del estudio y seguimiento de grandes grupos de personas, como el Estudio Alfa de la Fundación Pasqual Maragall. Este estudio permitirá saber más sobre cómo evoluciona la enfermedad ya en su fase preclínica y posibilita la participación en ensayos clínicos de nuevos tratamientos preventivos a personas con alto riesgo de desarrollarla.
Por otro lado, estos estudios científicos para prevenir el Alzheimer nos ayudarán también a comprender mejor la relación entre la enfermedad y determinados factores médicos, genéticos o ambientales.
La esperanza está puesta en poder contar en el futuro con fármacos que modifiquen la evolución de la enfermedad y que se puedan administrar en la fase preclínica del Alzheimer, retrasando la aparición de la sintomatología. Esto, para muchas personas podría significar que quizá nunca llegarían a presentar síntomas.
Se ha estimado que si se pudiera retrasar cinco años la aparición de los síntomas, el número de personas en la fase clínica (la que conlleva la demencia) podría reducirse más de un 35%.
Uno de los proyectos más importantes a nivel europeo para ayudarnos a entender cómo prevenir el Alzheimer es el consorcio EPAD (European Prevention of Alzheimer's Dementia), en el que ha participado el BarcelonaBeta Brain Research Center de la Fundación Pasqual Maragall junto a otras 35 instituciones, con el objetivo de prevenir o retrasar el desarrollo de la enfermedad en personas que se encuentran en riesgo de desarrollarla. EPAD además ha liderado una estrategia nueva de ensayos clínicos con fármacos para la prevención del Alzheimer.