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Claves para organizar las vacaciones con personas con Alzheimer

5 min lectura
9 mayo, 2022
Índice de contenidos

    Con la llegada del verano, la mayoría nos planteamos la posibilidad de tomarnos un descanso.
    El período estival es un buen momento para desconectar, conocer nuevos lugares, visitar a familiares... Es un periodo en el que se rompen las rutinas y en el que las reglas y las costumbres son bastante más laxas.

    Dejar a un lado la rutina durante unos días o semanas puede resultarnos muy beneficioso. Pero para las personas cuidadoras y familiares de personas con Alzheimer el verano y las vacaciones son periodos que pueden ser más complicados. Tanto es así, que muy a menudo viven los nuevos planes con cierta angustia y preocupación. En este artículo planteamos algunas propuestas para aprender a cómo organizar las vacaciones con personas con Alzheimer.

    Consejos para organizar las vacaciones con personas con Alzheimer

    Hay que tener presente que toda alteración de los hábitos diarios puede afectar a las personas con Alzheimer, por lo que las vacaciones se deben gestionar de la mejor forma posible. Hay que saber aprovechar las posibilidades que ofrece el verano y convertirlas en una oportunidad. El objetivo es garantizar el bienestar de la persona enferma y que a la vez, la persona cuidadora pueda descansar y tener su propio tiempo de ocio.

    En la fase leve de la enfermedad, viajar no suele representar un problema. Sin embargo, a partir de la fase moderada, ya no es muy recomendable. Los cambios que suponen los viajes pueden favorecer la confusión de la persona con Alzheimer y requieren una adaptación para la que no está ya capacitada. 

    En todo caso, un viaje con un familiar con Alzheimer es una decisión que debe organizarse muy detalladamente para prever las necesidades y asegurarse de que se contará con todo el apoyo que se precise. Por ejemplo, es aconsejable que a la hora de organizar las vacaciones, se avise al personal de la compañía aérea o del hotel de la condición de la persona con Alzheimer para poder recurrir fácilmente a su ayuda en caso necesario.

    Las rutinas no deben romperse del todo

    No hace falta embarcarse en unas grandes vacaciones para disfrutar del verano.

    Los días son más largos y esto permite llevar a cabo actividades que el resto del año son más difíciles de realizar. Si pasamos las vacaciones en casa, salir a pasear a última hora de la tarde, tomar algo en una terraza o explorar lugares cercanos que no se conocen pueden ser actividades muy placenteras.

    Pasar una temporada en el pueblo también puede ser un buen momento para reencontrarse con amigos y familiares, así como para recordar lugares y anécdotas de la infancia o la juventud.

    Si bien todo dependerá de la fase de la enfermedad, es importante que algunos hábitos se mantengan. Hablamos, por ejemplo, de los horarios de las comidas o de las horas de sueño. En vacaciones podemos ser un poco más flexibles, pero es aconsejable mantener las rutinas básicas, así como determinadas costumbres, como puede ser hacer la siesta.

    No es recomendable, en este sentido, tener la agenda llena de compromisos. Es mejor planificar pocas actividades e ir ampliando si se dispone de tiempo y la persona con Alzheimer está reaccionando de forma adecuada.

    Si la logística familiar requiere que la persona con Alzheimer pase alguna temporada en casa de los hijos, hay que intentar asegurar que los hijos que lo acojan conozcan las costumbres y rutinas básicas y las intenten mantener. De esta forma, se disminuirá el posible impacto de los cambios de entorno doméstico.

    La persona cuidadora también debe descansar

    Las personas cuidadoras necesitan su propio tiempo. Es vital que en vacaciones puedan disponer de espacio para el descanso y que puedan realizar actividades con las que disfruten.

    La implicación de la persona que padece Alzheimer en la toma de decisiones o en la organización puede ser mayor o menor. No obstante siempre se le debe hacer partícipe de los planes de alguna forma

    En general, los cambios pueden llevar a que la persona con Alzheimer se muestre apática y poco participativa. En estos casos lo más idóneo es llegar a acuerdos y, junto con las personas que estén involucradas en las vacaciones, manejar la situación para que quien padece Alzheimer no se vea forzado en exceso. No obstante, quien cuida no debe renunciar a los planes que encuentre más acertados, velando siempre para que ambos estén lo mejor posible.

    De ahí que sea necesario contar con el apoyo de familiares y amigos para la atención y el cuidado de la persona con Alzheimer. Estas personas cercanas pueden hacerse cargo de ella durante unas horas para que quien cuida pueda descansar y desconectar: salir a tomar un café, ir a nadar, hacer un poco de ejercicio…

    Además, hay que advertir a aquellas personas con las que vayamos a encontrarnos, del estado de la persona con Alzheimer. Contar con su complicidad será vital para evitar situaciones comprometidas y asegurarse de que esa persona pueda sentirse tranquila y bien acogida.

    El proceso de adaptación

    Aclimatarse a una nueva ciudad, a la vida del pueblo o a la casa de los hijos puede ser complicado para las personas con Alzheimer y pueden mostrarse desorientadas ante un cambio de entorno, de casa o de habitación.

    Así, hay que procurar tener paciencia y no enfadarse. La persona con Alzheimer necesitará un tiempo de adaptación para conocer la ubicación de las habitaciones, de la casa o de la zona. Podemos dedicar los primeros días a ello. Por la noche pueden mantenerse algunas luces encendidas para evitar accidentes si la persona enferma se encuentra desorientada.

    Una buena idea es llevarse al destino de las vacaciones un objeto familiar o cualquier otro elemento que forme parte de su entorno más cotidiano: el cojín con el que suele dormir la siesta en el sofá, una colcha que usa a menudo o una fotografía que está siempre en el mueble del comedor.

    Al mismo tiempo, conviene proporcionar a la persona con Alzheimer algún elemento de identificación. Puede ser una tarjeta, una pulsera o una medalla en la que se indique su nombre y teléfono de contacto.

    Dentro de lo posible, debemos evitar los cambios de entorno frecuentes. Por ejemplo, si la persona con Alzheimer ha de pasar alguna temporada en casa de los hijos, es preferible que pase dos semanas seguidas en casa de un hijo y otras dos en casa de otro, que alternar una semana en cada casa.

    Una buena comunicación familiar

    En vacaciones es habitual que los niños vayan a ver a los abuelos y pasen más tiempo con ellos. Jugar con los pequeños y cuidar de ellos puede ser una buena terapia para las personas con Alzheimer. Pero hay que evitar que sea una actividad demasiado absorbente.

    Precisamente por eso, la persona cuidadora ha de ser consciente de los propios límites y de las necesidades de la persona afectada y expresarlas a los hijos de manera abierta, con el objetivo de encontrar soluciones que sean buenas para todos.

    Para organizar las vacaciones, una buena comunicación familiar es siempre fundamental. Llegar a acuerdos para que tanto la persona con Alzheimer como la que cuida puedan pasar un verano lo más agradable posible repercutirá muy positivamente en su bienestar.

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