El método de validación y su utilidad para mejorar la comunicación con personas con demencia
A finales de los años 60, la gerontóloga estadounidense Naomi Feil desarrolló el método de validación con el objetivo de mejorar la comunicación y conexión con las personas con demencia y, en consecuencia, su bienestar y calidad de vida.
Este método supuso un enfoque novedoso en la manera de abordar las situaciones de desorientación y confusión que a menudo presentan las personas con importante alteración de sus capacidades cognitivas.
En este artículo nos adentramos en la cuestión de los cambios de comportamiento que puede presentar una persona con Alzheimer u otra causa de demencia y ofrecemos consejos y pautas para gestionar y prevenir lo que suele denominarse alteraciones de la conducta.
Para conocer en qué consiste el método de validación y su utilidad para mejorar la comunicación con personas con demencia, contamos con el conocimiento experto de Anabel Quiroga, gerontóloga y formadora de Vincore. Desde esta cooperativa se ofrece a las personas que conviven, acompañan y/o trabajan con personas con demencia diferentes herramientas y alternativas para un mayor bienestar en la convivencia.
Los orígenes del método de validación
Naomi Feil era una mujer inquieta y pionera, con una firme voluntad de mejorar el acompañamiento a las personas que viven desorientadas a través de herramientas y técnicas. Así las nombró Naomi Feil: personas desorientadas, lo que supone una declaración de principios del método de validación. En esta denominación, se engloban todas aquellas personas diagnosticadas de demencia, sea debida a Alzheimer u otra causa. Naomi Feil puso el foco más allá de la enfermedad: en el potencial de la persona desorientada, en sus motivaciones para seguir viviendo, en las necesidades psicosociales y en la expresión de sus emociones.
“Validación” significa poner en valor, dar importancia a lo que las personas desorientadas hacen, dicen y sienten. Esto nos invita a verlas y acercarnos a ellas con otros ojos, seamos profesionales del cuidado y la asistencia o personas cuidadoras de un ser querido con demencia. Naomi Feil nos propone no querer cambiar el comportamiento de la persona, ni pretender traerla siempre a nuestra realidad, sino simplemente estar disponible para la persona y acompañar aquello que esté expresando.
¿Quién era Naomi Feil, la creadora del método de validación?
Naomi Feil estudió Trabajo social y Psicología. Se crió en Montefiore, un hogar para personas mayores del que sus padres eran administradores. Este detalle resulta muy significativo, pues será uno de los detonantes para construir su vínculo con las personas desorientadas.
La primera relación que tuvo con ellas fue desde la inocencia de una niña y adolescente. Más tarde, tras su formación, regresó a Montefiore como profesional, con las gafas de una recién licenciada, pero sin poder olvidar sus vivencias a la hora de relacionarse con aquellas personas de igual a igual.
En aquella época, en la que puso en práctica las herramientas y técnicas aprendidas en la universidad, se dio cuenta de que no todo funcionaba, en especial dos métodos:
- Reorientar a la realidad, una técnica de estimulación cognitiva muy en boga en los años 60 y creada originariamente para la rehabilitación de los trastornos en veteranos de guerra.
- Reconducir el comportamiento de aquellas personas que expresaban la necesidad de seguir revisitando su pasado.
Fue por aquel entonces cuando decidió crear, una manera alternativa de acercarse y comunicarse con esas personas: el método de validación.
Principios fundamentales del método de validación y su aplicación en situaciones cotidianas
En un primer momento, el método de validación se denominó terapia de validación, término que se aleja de los principios originarios, ya que la finalidad no era rehabilitar a la persona, sino acompañarla. No hay nada que calmar, cambiar o mejorar en el comportamiento de la persona desorientada, a no ser que la propia persona lo solicite. Es preferible poder estar a su lado, sostener aquello que manifieste y confiar en que la persona será capaz de recuperar su equilibrio emocional por sí misma, aunque pueda resultar disonante o paradójico para algunas de las personas cuidadoras que se enfrentan cada día a comportamientos de mucha complejidad.
Para poder lograr esa comunicación y conexión con la persona, el método de validación se basa en tres aspectos:
- La actitud empática
- Los principios y teorías humanistas
- Las técnicas y herramientas de comunicación
Actitud empática
La empatía es la base del tipo de relación que se establece, entendiéndose como una actitud a desarrollar y a entrenar. Digamos que no nos viene de serie, aunque así lo puedan considerar con frecuencia muchos profesionales del cuidado. Relacionarnos con empatía es una elección que requiere que estemos centrados, presentes en el aquí y ahora, y que, por tanto, reconozcamos nuestra propia vulnerabilidad. Es importante reconocer que una persona cuidadora no siempre estará disponible para actuar con empatía.
A menudo, nos relacionamos con las personas desorientadas con estrategias que se asemejan a la empatía, pero que realmente no lo son. Cabe destacar que las personas cuidadoras, que a menudo se sienten desbordadas, hacen lo que pueden, siempre desde una intención benevolente de mejorar la situación.
Imaginemos que estamos al lado de una persona desorientada de más de 80 años que llora desconsoladamente porque quiere ir a casa con su madre. Esta situación puede hacer aflorar nuestra propia tristeza o hacernos recordar nuestras propias pérdidas. Si no somos capaces de dejar a un lado nuestro dolor caeremos en la simpatía y seremos dos personas tristes. Otra estrategia a la que solemos recurrir es la distracción; invitar a la persona a realizar una actividad placentera para que olvide su tristeza:
Vamos a merendar algo bien rico y así dejas de pensar en cosas tristes.
Seguro que hemos dicho esto, o algo similar, en más de una ocasión. Este mecanismo, que utilizamos con frecuencia con el encomiable objetivo de que la persona deje de sufrir, puede funcionar momentáneamente, pero el malestar de la persona desorientada puede volver a aflorar en cualquier momento, pues su preocupación genuina sigue sin tenerse en cuenta. Orientar a la realidad dice más de nuestra necesidad de control. Este sería el diálogo interno de la persona cuidadora:
Necesito que sepas que tu madre está muerta, que eres una persona adulta porque, si no, no sé cómo estar a tu lado.
Esta situación se agrava si la persona cuidadora es un familiar, por los lazos emocionales y de linaje entre ambas. Por mucho que la persona desorientada conecte con el momento y realidad presente y recuerde que ya está en su casa y que su madre murió hace años, la necesidad de sentirse querida, protegida o amada permanece. No por saber que su madre ya no vive la persona desorientada va a dejar de estar triste.
Principios y teorías humanistas
Otros de los puntos en los que se sustenta el método de validación son los principios y teorías humanistas en los que Naomi Feil se inspiró para construir el marco teórico y conceptual. Hablamos aquí de diferentes figuras relevantes del campo de la Psicología, como las siguientes:
- Carl Rogers y la consideración positiva incondicional, de la escucha empática y de la no directividad.
- Jung y todo lo relacionado con cómo las personas desorientadas utilizan símbolos para expresar su realidad, con frecuencia, compleja.
- E. Erikson y de cómo Naomi Feil continuó y enriqueció su teoría sobre las etapas del desarrollo humano, con la aportación de la resolución; de cómo las personas muy mayores intentan resolver aspectos pendientes de su biografía antes de morir para, precisamente, morir en paz.
También podemos hablar de Maslow, de Penfield y muchos otros que, de una u otra forma, sustentan estos principios.
De todos los principios del método de validación el que mejor resume y nos da pistas sobre nuestro acompañamiento es el siguiente:
Detrás de todo comportamiento de una persona mayor desorientada siempre existe una razón.
Sabiendo esto, quizás podemos entender de otra manera a la señora que llora y quiere ir con su madre. Explicarlo solo desde la patología cerebral nos deja poco margen de maniobra. Entender que detrás del llanto (comportamiento) hay un motivo; tal vez una necesidad que lucha por ser satisfecha nos invita, como acompañantes, a actuar desde la empatía, ya que nosotros, como seres humanos y sintientes, también podemos sentir esa necesidad.
¿Cuántos adultos maduros y responsables recurrimos a mamá o a cualquier otra figura maternal cuando estamos enfermos o en situación de peligro? Es poco útil etiquetar un comportamiento de una persona desorientada como consecuencia única de su enfermedad. Si somos capaces de acoger ese comportamiento y ver qué puede haber detrás, se nos abre un abanico de posibilidades de actuación.
Técnicas y herramientas comunicativas
Las técnicas y herramientas de comunicación son el último pilar necesario para poder aplicar el método de validación.
Volvamos a la señora que llora porque quiere irse a casa con su madre. Imaginemos que hemos decidido acercarnos a ella con empatía, dejando a un lado el contagio emocional o sufrimiento que puede ocasionarnos la situación (si somos adultos responsables, más tarde deberemos hacernos cargo de aquello que hemos dejado de lado). Por lo tanto, no intentaremos traer a la persona a nuestra realidad, ni evitaremos su sufrimiento con distracciones, ni tampoco con la pretensión de querer calmarla, de hacer todo lo que esté en nuestra mano para que deje de llorar. Simplemente, nos centraremos, respiraremos profundamente para sentirnos en el presente y nos acercaremos a ella. Primero, nos sincronizaremos con ella, en este caso con su tristeza, para poder conocer e imaginar su mundo emocional, la miraremos a los ojos y, en la distancia adecuada, podremos reformular lo que ella me dice:
¿Quieres verla?
También validaremos su emoción:
Me imagino que debe ser triste no poder estar a su lado.
Quizás la persona llore más en ese momento, tal vez sea lo que necesita. Llorar alivia. Poder expresar la tristeza ante un interlocutor empático y con la suficiente madurez para acogerla ayuda.
A partir de aquí podemos explorar, mediante preguntas, cómo es para la persona experimentar esa tristeza y, lo más interesante, si estamos realmente en empatía, será preguntar sobre sus propios recursos para afrontar ese estado emocional. Estado que, sin duda, la persona desorientada ya habrá experimentado con anterioridad en su vida y que, gracias a sus recursos, habrá podido afrontar o aliviar. Imaginemos que la señora nos expresa que su recurso es la fe. Como acompañantes, podemos reforzar esa fe.
¿Siempre te has apoyado en Dios en los momentos difíciles?
Repetimos: reforzar y no dirigir. Lo habitual sería decirle a la persona que no esté triste porque Dios la ayudará. Parece una sutileza, pero marca la diferencia entre conectar o no y entre cultivar una relación horizontal, en la que ambas personas (acompañante y persona desorientada) van de la mano.
Reflexiones derivadas de la aplicación del método de validación
Una imagen metafórica que probablemente define muy bien lo que es la validación es la de una pareja bailando, en la que es difícil saber quién dirige a quién. Lo bello es ver la sincronía y conexión de los danzantes. En el método de validación, parte del aprendizaje de la persona acompañante consiste en estar al servicio de la conexión, en dejar el control, ya sea como profesional o como familiar y, para ello, debe tener consciencia de lo que suponen para ella ciertos comportamientos complejos y poder conectar así con la necesidad que hay detrás de la persona que llora, se enfada o nos insulta.
Detrás de esos comportamientos suele haber sufrimiento y quizás la persona solo necesite que alguien pueda acoger su malestar, sin juicios, sin estrategias ni manipulaciones. A veces, incluso se podrían evitar algunas medicaciones si las necesidades emocionales pudieran cubrirse adecuadamente. Conectar de persona a persona, con todo lo que ello comporta, es sin duda el gran reto de nuestro siglo, en el que anhelamos que una entidad superior y tecnológica nos de la solución a nuestros problemas.
El método de validación (antes llamado terapia de validación) no es una varita mágica y no podemos quedarnos solo con las técnicas. Con frecuencia, en las formaciones que ofrecemos en Vincore, nos preguntan: ¿Qué le digo si hace tal cosa? Ojalá fuera tan fácil. Naomi Feil nos invita a mirar a los ojos a la persona con empatía, a hacerle preguntas pertinentes o a permanecer en silencio y en sincronía, para que pueda sentirse acompañada y sentir que su vida todavía tiene sentido.
Anabel Quiroga
Gerontóloga, formadora y socia de Vincore
Web , LinkedIn, Instagram @vincorecoop
Referencias
- Brooker, D. (2013). Atención centrada en la persona con demencia. Mejorando los recursos. Octaedro.
- De Klerk-Rubin, Vi. (2007). Validation Techniques for Dementia Care: The Family Guide to Improving Communication. Health Professions Press,U.S
- Feil, N. (2002). Validación. Un método para ayudar a las personas mayores desorientadas. Herder editorial.
- Feil, N.De Klerk-Rubin, Vi. (2002). The Validation Breakthrough – Simple Techniques for communicating with PEople with Alzheimer’s and Other Dementias. Health Professions Press,U.S
- Kitwood, T. (2003). Repensant la demència. Pels drets de la persona. Eumo Editorial.
- Rogers, C. (2011). El proceso de convertirse en persona. Mi técnica terapéutica. Paidós.
- Sánchez, I. (2024). Análisis de la formación en Bases del Método de Validación (BMV) en los patrones de comunicación, la satisfacción y motivación laboral en profesionales asistenciales de residencias geriátricas. Tesis doctoral. Universitat de Vic.