Una vez los síntomas aparecen, las personas afectadas van sufriendo una discapacidad y dependencia progresivas que afecta incluso a la realización de las actividades más básicas. Esto significa que pueden tener dificultades para comer, vestirse o incluso, en fases muy avanzadas, para andar. Poco a poco, pues, se harán imprescindibles los cuidados permanentes y la presencia constante de una persona cuidadora. La capacidad de la persona para ser autónoma y llevar a cabo las actividades de la vida diaria va disminuyendo, de modo que en las fases más avanzadas necesitará ayuda y cuidados durante la mayor parte del día.
La duración de la enfermedad desde la aparición de los primeros síntomas es muy variable, pudiendo llegar a ser de hasta 20 años.
¿Cuál es el tratamiento actual para el Alzheimer?
Por ahora todavía no contamos con un tratamiento que pueda prevenir el Alzheimer o detener su curso. Contamos, eso sí, con medicamentos que pueden ayudarnos a paliar algunos síntomas y mejorar la calidad de vida de los afectados.
Estos tratamientos suelen ser particularmente útiles durante los primeros años de la enfermedad pero, con el avance de la misma, su efectividad va disminuyendo. Actualmente, la investigación en nuevos fármacos abre una puerta a la esperanza en cuanto a posibilidades de modificar de alguna forma el curso de la enfermedad.
¿Qué causa la aparición del Alzheimer?
La enfermedad de Alzheimer es una enfermedad cerebral, progresiva e irreversible. En el cerebro de las personas afectadas se producen, entre otras cosas, dos anomalías neuropatológicas muy características: la acumulación de placas de proteína beta-amiloide, que empieza a suceder años antes de la aparición de los primeros problemas de memoria típicos de esta enfermedad, y la aparición de ovillos neurofibrilares de proteína Tau.
Además, junto a estas alteraciones neuropatológicas típicas de la enfermedad de Alzheimer, en el cerebro de muchos pacientes se pueden observar lesiones vasculares que muy probablemente también contribuyen a los síntomas clínicos de la demencia.
Las primeras lesiones, típicamente, se inician en una región del cerebro que incluye al hipocampo, cuyo correcto funcionamiento es crucial para la formación de nuevos recuerdos y el aprendizaje. Desde ahí se extienden progresivamente a otras áreas del cerebro, siguiendo un patrón bastante predecible y que se relaciona con las fases de esta enfermedad.
Estos daños pueden haberse iniciado hasta 15 o 20 años antes de la aparición de los primeros síntomas. Es la fase que se conoce como fase preclínica. Esto ha llevado a entender el Alzheimer como una enfermedad cerebral con una larga etapa sin síntomas, seguida por un progresivo deterioro cognitivo que, finalmente, desemboca en una demencia.
No se conocen sus causas. A pesar de que hace más de 100 años que se describieron por primera vez los cambios microscópicos que ocurren en el tejido cerebral de personas con Alzheimer, el origen de todo este proceso neuropatológico que conduce al desarrollo de los síntomas sigue constituyendo un gran enigma en la actualidad.
Excepto cuando hay un determinante genético (algo que sucede en menos del 1% de todos los casos y se debe a haber heredado algún gen específico vinculado al inevitable desarrollo de la enfermedad) no se conoce una causa específica para la enfermedad de Alzheimer. En el resto de casos, que se suelen llamar “esporádicos”, se han descrito diversos factores de riesgo o protectores que pueden influir en la aparición y desarrollo de la enfermedad.
Factores de riesgo del Alzheimer
Cada vez es mayor la evidencia de que el origen de la enfermedad se debe a una combinación de varios factores de riesgo, algunos modificables y otros no.
Entre los factores de riesgo no modificables se encuentran:
- la edad, aunque esto no quiere decir que el Alzheimer sea una consecuencia inevitable de envejecer.
- la genética, que influye en el riesgo de padecer la enfermedad, pero que no es determinante en el 99% de los casos.
Por otro lado, los factores de riesgo modificables incluyen:
- los factores de riesgo cardiovascular (hipertensión, diabetes, hipercolesterolemia, tabaquismo, obesidad…).
- aspectos relacionados con el estilo de vida (nutrición, actividad física, cognitiva y social).
- otros, relacionados con aspectos como la calidad del sueño o factores ambientales, como la contaminación.
A continuación, se ofrecen unas pinceladas de lo que la investigación sugiere acerca de cómo algunos de estos factores de riesgo pueden contribuir al desarrollo de la enfermedad de Alzheimer.
Factores cardiovasculares
Existe una relevante evidencia de la existencia de un vínculo entre la salud cardiovascular y el riesgo de deterioro cognitivo. La diabetes o la hipertensión son condiciones que, por sí mismas, pueden provocar o agravar el deterioro cognitivo por daño vascular directo del tejido cerebral, pero, además, algunos estudios apuntan hacia una clara asociación entre estos factores de riesgo y la patología de Alzheimer.
Sustancias tóxicas
La posible relación entre la exposición a sustancias tóxicas y el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer es objeto de múltiples estudios, como es el caso de la contaminación ambiental.
Otro ejemplo es la hipótesis relacionada con el aluminio, que fue muy estudiada hace ya décadas, levantando preocupaciones sobre la exposición a productos de menaje de cocina, bebidas enlatadas u otros productos cotidianos. Ningún estudio ha podido confirmar una relación causal del aluminio con el Alzheimer y hoy en día está prácticamente desestimada.
Traumatismos en la cabeza
Podría existir una relación entre traumatismos graves en la cabeza y el riesgo de desarrollar Alzheimer, especialmente cuando los traumatismos son repetidos o incluyen pérdida de conocimiento, pero aún se precisa más investigación en esta área.
Sueño
El sueño tiene una función de restauración y reparación para el cerebro. Algunos problemas, como la apnea del sueño (pequeñas interrupciones respiratorias), son considerados también en la investigación de factores que se puedan relacionar con el desarrollo del Alzheimer. Las breves privaciones de aporte de oxígeno pueden impactar en la salud cerebral, interfiriendo, por ejemplo, en los mecanismos de la memoria.
Es muy importante consultar con el médico cualquier problema relacionado con el sueño. La relación entre Alzheimer y sueño es compleja y parece bidireccional. Por un lado, la investigación apunta a una asociación entre privación de sueño y mayores niveles de tau y beta-amiloide en el cerebro.
Por otro lado, los problemas para dormir son frecuentes en las personas con enfermedad de Alzheimer. De nuevo, es necesario continuar investigando.
Infecciones
Son también diversas las teorías en investigación sobre alguna base infecciosa en las causas del Alzheimer, como la posible relación con el virus del herpes simple o con infecciones bacterianas bucales, como gingivitis o periodontitis.
Los estudios apuntan a una posible relación entre algunas infecciones y el riesgo de Alzheimer, pero en ningún caso se puede sugerir que sean una causa suficiente en sí misma ni que sufrir este tipo de infecciones implique que se vaya a desarrollar la enfermedad de Alzheimer.
Conclusión
Cuando la enfermedad de Alzheimer nos toca de cerca nos enfrentamos a una impactante sensación de pérdida que, además de ser dolorosa y desconcertante, nos parece incomprensible. Por eso, es muy habitual preguntarse qué es el Alzheimer, qué lo causa y sus principales riesgos.
Actualmente no existe ninguna fórmula que garantice que no se padecerá Alzheimer. Hay muchas líneas abiertas en investigación acerca de las causas del Alzheimer y de los factores que podrían contribuir a incrementar el riesgo de padecer esta enfermedad, pero ninguno parece suficiente en sí mismo para justificar su desarrollo. No obstante, la adopción de hábitos de vida saludables nos ayuda a controlar los factores de riesgo modificables que inciden en nuestra salud cerebral y puede disminuir el riesgo o retrasar su aparición.
Es fundamental recurrir siempre a fuentes de información fiables, consultar nuestras dudas con el médico y siempre huir de falsas promesas para la cura y prevención de esta enfermedad.
Publicado originalmente el 11 de julio de 2017, actualizado el 28 de marzo de 2023.