¿Existe algún test de Alzheimer? ¿Cómo se detecta?
En la actualidad, se está progresando mucho en el diagnóstico del Alzheimer a partir de ciertos biomarcadores y la realización de diferentes test. Aun así, la detección de la enfermedad de Alzheimer en la práctica médica continúa siendo clínica y requiere de la presencia de determinados síntomas de deterioro cognitivo. Además, se deben descartar otras posibles causas o enfermedades que pudieran estar afectando a las capacidades cognitivas como, por ejemplo, procesos infecciosos, problemas vasculares cerebrales, trastornos del estado de ánimo, o incluso, los efectos secundarios de algún medicamento.
En este artículo, explicamos cómo se realiza actualmente el diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer y qué pruebas o test se suelen realizar, además de novedades y perspectivas de futuro.
¿Cómo se diagnostica el Alzheimer? La visita a un equipo especialista
Ante la sospecha de Alzheimer, propia o de una persona cercana, lo primero que hay que hacer es concertar una visita con Atención Primaria y explicarle qué nos ocurre y las dificultades con las que nos encontramos. Así, podrá evaluar esta información y decidir si hay motivos como para profundizar en la exploración.
Si lo considera oportuno, nos remitirá a un equipo especialista para su valoración y que se pueda realizar una exploración más exhaustiva. Normalmente, será desde un servicio de Neurología aunque, en el caso de personas de edades avanzadas, tal vez la especialidad de elección sea Geriatría, particularmente si concurren diferentes afecciones en una misma persona.
En la primera visita de especialista, se recogerá toda la información necesaria acerca de la historia clínica de la persona afectada, desde antecedentes médicos y tratamientos recibidos, hasta hábitos de vida, antecedentes familiares y algunos datos sociodemográficos, como el nivel educativo o la profesión.
Asimismo, se realizará una anamnesis, que consiste en construir el relato de los síntomas, cuándo empezaron a aparecer y cuál ha sido su evolución. Para ello, es frecuente y necesario tener una conversación con alguna persona allegada que pueda corroborar ciertos datos.
La persona allegada aportará también más información sobre las dificultades cognitivas, alteraciones conductuales y cambios en las actividades habituales de la persona afectada. Es muy recomendable acudir a la visita en compañía de alguien con quien tenga contacto frecuente y la conozca bien.
Durante la visita, se explorarán posibles cambios en la atención y en la memoria, así como en otras funciones, y se tratará de advertir cambios en el comportamiento.
Con el objetivo de descartar otras posibles causas y afinar el diagnóstico, el equipo médico puede indicar que se realicen pruebas complementarias. Las más frecuentes son un análisis de sangre, una evaluación neuropsicológica y una prueba de neuroimagen, habitualmente, una tomografía axial computarizada (TAC) o una resonancia magnética (RM). En determinados casos, también podrán llevarse a cabo otro tipo de pruebas.
¿A qué puede referirse el concepto de “test de Alzheimer”?
El término “test de Alzheimer” se utiliza a menudo de forma genérica y puede hacer referencia a diferentes tipos de pruebas utilizadas en el proceso de diagnóstico de esta enfermedad. Son pruebas que incluyen desde evaluaciones cognitivas breves hasta análisis más complejos, como estudios de imagen cerebral o biomarcadores detectados en sangre o líquido cefalorraquídeo mediante una punción lumbar. También existen pruebas genéticas, pero su uso clínico es muy limitado y suele reservarse a casos con antecedentes familiares concretos o a contextos de investigación.
Diferentes pruebas que pueden entenderse como “test de Alzheimer”
Cognitivas
A menudo, ya en la primera visita con un equipo especialista, puede realizarse algún test cognitivo breve. Uno de los más empleados es el llamado Mini-Mental, que permite una primera valoración de cribado de algunas funciones cognitivas, como la orientación espacial y temporal, la memoria inmediata y la memoria de trabajo, la concentración o el lenguaje, entre otras. Aunque no es propiamente un test de Alzheimer, es una prueba muy utilizada para evaluar la sospecha de deterioro cognitivo, como el propio de esta enfermedad. Para definir de forma más precisa el posible grado de afectación cognitiva, es conveniente la realización de una evaluación neuropsicológica completa.
Estas pruebas presentan varias ventajas: son accesibles, rápidas de aplicar y permiten una primera aproximación a los posibles cambios cognitivos. Además, pueden repetirse a lo largo del tiempo para valorar la evolución. Sin embargo, también tienen algunas limitaciones. Su sensibilidad y especificidad pueden variar según el test utilizado, y los resultados pueden verse influidos por factores como el nivel educativo, la edad, el idioma o las experiencias de vida. Por ejemplo, una persona con baja escolarización podría obtener una puntuación más baja sin que esto signifique necesariamente la presencia de una enfermedad neurodegenerativa. Además, otras afecciones de salud, como la depresión o ciertos trastornos metabólicos, pueden afectar al rendimiento en estos test.
Neuroimagen
En el proceso de diagnóstico del Alzheimer, las técnicas de neuroimagen son herramientas muy valiosas. Algunas de las más utilizadas son la resonancia magnética (RM), el escáner cerebral o TAC y la tomografía por emisión de positrones (PET).
Estas pruebas permiten observar el estado del cerebro y detectar posibles cambios que podrían estar relacionados con la enfermedad. Por ejemplo, la RM y el TAC pueden mostrar atrofia cerebral, es decir, una disminución del volumen de ciertas regiones del cerebro como el hipocampo, que se asocia frecuentemente al deterioro cognitivo. También ayudan a descartar otras causas posibles de los síntomas, tales como lesiones vasculares o tumores.
Por su parte, el PET puede utilizarse con marcadores específicos que permiten visualizar la acumulación de proteínas anómalas en el cerebro, como la beta-amiloide (Aβ) o la tau, que son características de la enfermedad de Alzheimer. Estas imágenes no solo ayudan en el diagnóstico, sino que también son útiles para conocer en qué fase se encuentra la enfermedad.
Aunque las pruebas de neuroimagen son más complejas y menos accesibles que las cognitivas, cuando hay síntomas, su valor para orientar el diagnóstico es muy alto, especialmente cuando se combinan con otras herramientas clínicas.
Avances recientes: biomarcadores y test en sangre
En los últimos años, uno de los avances más prometedores en el diagnóstico del Alzheimer ha sido el desarrollo de pruebas que permiten detectar la enfermedad a partir de biomarcadores en sangre. Estos biomarcadores son sustancias que reflejan cambios en el cerebro asociados a la enfermedad, y cuya presencia o alteración puede medirse mediante análisis bioquímicos.
Entre los biomarcadores más estudiados se encuentran:
- Aβ42: es una forma de la proteína beta-amiloide que tiende a disminuir en el líquido cefalorraquídeo cuando se acumula en el cerebro.
- t-Tau (tau total) y p-Tau (tau fosforilada): son proteínas asociadas a la degeneración de las neuronas. En especial, p-tau217 ha demostrado ser un indicador muy sensible y específico en fases tempranas de la enfermedad.
Uno de los estudios más recientes y relevantes en este campo ha sido desarrollado por el Barcelonaβeta Brain Research Center (BBRC), que ha demostrado que un simple análisis de sangre puede detectar con fiabilidad alteraciones cerebrales asociadas al Alzheimer. Esta investigación abre la puerta a un diagnóstico más precoz, sencillo y accesible, aunque su utilidad se limita en la actualidad a personas que presentan síntomas cognitivos.
Además del BBRC, otros centros internacionales están desarrollando tecnologías similares. En Estados Unidos, por ejemplo, ya se ha aprobado un test que permite detectar la progresión del Alzheimer a partir de una gota de sangre. Estos avances podrían cambiar radicalmente la forma en que se diagnostica la enfermedad, facilitando su detección antes de que aparezcan los primeros síntomas evidentes.
Aunque aún se requiere más investigación y validación en población general, el desarrollo de estas pruebas representa un gran paso hacia un diagnóstico más temprano.
Importancia del uso clínico y valoración profesional de los “test de Alzheimer”
Aunque el desarrollo de nuevos test de Alzheimer representa un gran avance, su aplicación debe hacerse siempre dentro de un contexto clínico adecuado. Es decir, los resultados de estas pruebas deben ser interpretados por profesionales con experiencia y en el marco de una evaluación completa que tenga en cuenta los síntomas, la historia clínica y otros factores de salud de la persona.
El proceso de diagnóstico no se basa en una única prueba, sino en la combinación de distintas herramientas: pruebas cognitivas, análisis de sangre, estudios de imagen o, en algunos casos, punción lumbar. Esta evaluación multidisciplinar permite obtener una visión más precisa y evitar interpretaciones erróneas.
En general, estos test presentan varias ventajas: muchos de ellos son poco invasivos, de fácil acceso y aportan información valiosa. Sin embargo, también tienen limitaciones. Por ejemplo, algunos test pueden arrojar resultados poco claros o “en zona gris”, especialmente en fases muy iniciales o si hay otros factores que interfieren. Además, no están indicados para la población asintomática ni para un cribado masivo. Su uso se recomienda en personas que presentan síntomas compatibles con un posible deterioro cognitivo.
En algunos casos, cuando los resultados son dudosos o no se corresponden con la evolución clínica, puede ser necesario realizar pruebas adicionales o hacer un seguimiento más estrecho.
El verdadero valor de estos test radica en cómo se integran en la práctica clínica, y no tanto en su resultado aislado. De ahí la importancia de contar siempre con el acompañamiento de un equipo médico experto durante todo el proceso.
Perspectivas de futuro de la detección del Alzheimer
El desarrollo de nuevas pruebas para detectar el Alzheimer, especialmente aquellas basadas en análisis de sangre, está abriendo una etapa esperanzadora. Estas herramientas tienen el potencial de facilitar un diagnóstico más precoz, lo que permitiría intervenir antes de que los síntomas sean evidentes y, por tanto, preservar durante más tiempo la autonomía y calidad de vida de la persona. Además, podrían contribuir a una mayor personalización de los tratamientos, adaptando las terapias a las características biológicas concretas de cada caso, y acelerar el desarrollo de nuevos fármacos.
Sin embargo, aún existen retos importantes antes de que estos avances puedan generalizarse en la práctica clínica. Por un lado, es necesario validar estas pruebas en la población general y en contextos diversos para confirmar su utilidad real fuera del entorno de la investigación. Por otro lado, se plantea el reto del acceso equitativo, ya que la disponibilidad de estos test puede ser desigual según el lugar de residencia, el sistema sanitario o el nivel socioeconómico.
También es fundamental tener en cuenta las implicaciones éticas y sociales. Detectar la enfermedad en fases muy iniciales o incluso antes de los síntomas plantea preguntas importantes: ¿qué hacer con esa información?, ¿cómo comunicarla?, ¿qué impacto puede tener en la persona, su entorno o su planificación de vida?
La investigación sigue avanzando, y aunque todavía no estamos ante una herramienta de uso generalizado, el horizonte es alentador. El objetivo final es lograr una detección más temprana, precisa y accesible, que permita mejorar tanto el tratamiento como el acompañamiento de las personas afectadas y su entorno.
Referencias y enlaces de interés
- Janeiro MH, Ardanaz CG, Sola-Sevilla N, D et al. Biomarcadores en la enfermedad de Alzheimer. Adv Lab Med. 2021 Jan 27;2(1):39–50. Spanish.
- Fundación Pasqual Maragall. Un análisis de sangre para detectar el Alzheimer de forma precoz.
Publicado originalmente el 28 de agosto de 2020, actualizado el 18 de agosto de 2025.
También te puede interesar
Artículos relacionados

¿Qué es una punción lumbar y qué aplicaciones tiene en el Alzheimer?

La neuroimagen en la investigación y el diagnóstico del Alzheimer: diferencias entre PET cerebral, TAC y resonancia magnética
