¿El insomnio incrementa el riesgo de Alzheimer?
Hace tiempo que sabemos que el sueño es importante para consolidar nuestros recuerdos; sin embargo, diversos estudios recientes han mostrado que, además, dormir bien puede ayudar a prevenir el deterioro cognitivo.
En este artículo, la Dra. Ana Fernández Arcos, neuróloga especializada en trastornos del sueño e investigadora del BBRC, nos habla del insomnio, particularmente en personas mayores, y de lo que actualmente conocemos sobre la relación de riesgo entre insomnio y Alzheimer.
Envejecimiento y sueño: algunos aspectos clave
Las alteraciones del sueño son frecuentes en las personas mayores, estimándose que casi el 60% tiene algún tipo de trastorno crónico del sueño. A partir de los 60 años, pueden aparecer cambios naturales o fisiológicos en el sueño, como una menor duración del sueño nocturno o despertares frecuentes que interrumpen el descanso.
Además, ocurren cambios en el ritmo circadiano, nuestro reloj interno que coordina los ciclos de sueño y vigilia en relación con el día y la noche. Esto contrasta con que, habitualmente, se tiene más oportunidad de dormir al finalizar la etapa laboral o la disminución de responsabilidades y se puede prescindir del despertador más fácilmente.
Conociendo estos cambios, la Dra. Ana Fernández Arcos recomienda ajustar las expectativas respecto al descanso nocturno y tratar de mejorar nuestros hábitos de sueño, principalmente siguiendo un horario regular despertando siempre a la misma hora. Por lo general, un sueño adecuado sería aquel con una duración superior a 6 horas, que resulte reparador al despertarse y cuyos despertares no generen malestar. Este descanso nocturno debe permitir estar en buenas condiciones para llevar a cabo las actividades diarias, sin tener somnolencia en situaciones no deseadas.
¿Qué es el insomnio?
El insomnio es un trastorno que consiste en la dificultad para conciliar el sueño, para mantenerlo o despertar antes de lo que se desearía, a pesar de darse las condiciones idóneas para ello.1 Este problema ocasiona malestar o angustia durante la noche y tiene consecuencias diurnas como sensación de cansancio, desánimo o irritabilidad. El insomnio de forma puntual o de forma aguda puede afectar a cualquiera ante algún cambio vital o estrés importante.
Cuando las dificultades para dormir se prolongan durante más de 3 meses, más de 3 noches por semana, hablamos del insomnio crónico. Este puede ser un problema aislado o producirse en el contexto de problemas médicos o de salud mental. Por ejemplo:
- Las personas con dolor crónico pueden tener dificultades para conciliar y mantener el sueño y también sufrir dolor durante la noche que exacerbe el problema.
- También puede relacionarse con el consumo de tabaco, que contiene sustancias estimulantes que dificultan iniciar el sueño o el alcohol, que tiene un cierto efecto sedante, pero provoca un sueño frágil y de mala calidad.
- No podemos olvidar tampoco la alta prevalencia de otros problemas de sueño como las apneas obstructivas de sueño, que consisten en interrupciones de la respiración durante la noche que provocan fragmentación de sueño, y su presencia es frecuente tanto en hombres como en mujeres a partir de los 60 años.
- Otro problema que podría dificultar la conciliación del sueño es el síndrome de piernas inquietas, caracterizado por molestias en las extremidades que aparecen con el reposo, al atardecer o durante la noche, y que mejoran con el movimiento.
Insomnio en personas mayores
En las personas adultas mayores, el insomnio es muy frecuente, con una prevalencia estimada de en torno al 15% a partir de los 55 años.2 Es mayor entre mujeres, en personas que viven solas y entre quienes padecen depresión u otras enfermedades.
La causa que hace más vulnerables a las personas mayores se debe a que suelen tardar más en conciliar el sueño de forma habitual, presentan un sueño más frágil, con despertares, y porque es más frecuente que sufran algunas afecciones que dificultan el sueño nocturno como, por ejemplo, el dolor crónico.
En los casos en que hay una falta de actividad física y de ocupación durante el día, es frecuente que se den siestas prolongadas que dificulten aún más el sueño nocturno y puedan perpetuar el problema.
¿Por qué se ha sugerido que el insomnio podría aumentar el riesgo de Alzheimer?
La mayoría de los casos de Alzheimer se detectan en personas mayores de 65 años y es frecuente que, además de los síntomas cognitivos, aparezcan alteraciones del sueño que dificulten el descanso nocturno, indica la Dra. Fernández Arcos.
Los problemas de sueño tienen importantes consecuencias diurnas, dado que pueden empeorar el estado de alerta y atención durante el día, así como provocar somnolencia y falta de energía, tan necesarias para mantener la autonomía y realizar actividades que resulten estimulantes.
No hay que olvidar que es un problema que también tendrá un gran impacto en quienes conviven con la persona con Alzheimer y, particularmente, en las personas cuidadoras, siendo una relevante causa de sensación de sobrecarga y de necesidad de institucionalización.
Teniendo en cuenta la importancia del sueño para la salud cerebral y las alteraciones de sueño presentes en las personas adultas mayores, es lógico que la ciencia se pregunte si tienen algún impacto en el riesgo de una persona de desarrollar Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas.
La importancia de un buen sueño
El sueño es fundamental para mantener en buena forma nuestro cerebro, dado que permite una conservación adecuada de la energía, facilita la eliminación de residuos y toxinas del metabolismo cerebral, y regula la señal inflamatoria. Además, sabemos que contribuye a un mantenimiento óptimo del rendimiento cognitivo, de la respuesta emocional y del procesamiento y almacenamiento de los recuerdos.3
Las personas con insomnio, principalmente aquellas que tienen un sueño acortado, pueden presentar cambios estructurales en el cerebro, caracterizados por una peor conectividad cerebral, afectación de la plasticidad cerebral, de la respuesta al estrés y del equilibrio emocional. Además, las personas mayores con insomnio pueden presentar un peor rendimiento de sus capacidades cognitivas, a lo que puede contribuir también la toma de medicación hipnótica o sedante. No solo esto, sino que el insomnio con duración corta de sueño podría contribuir a la fisiopatología de la enfermedad de Alzheimer en aquellas personas a riesgo de padecerla.
Algunas investigaciones recientes han descubierto que las personas sin deterioro cognitivo, pero con riesgo incrementado de desarrollar enfermedad de Alzheimer, también presentan cambios apreciables en su patrón de sueño. Estos cambios, sobre todo aquellos caracterizados por la alteración de la fase de sueño no-REM o de ondas cerebrales lentas, podrían estar relacionados con un aumento del depósito de la proteína beta-amiloide, una de las proteínas que se acumula en el cerebro de las personas con Alzheimer. Este incremento también se ha observado en situaciones experimentales de privación de sueño, tanto en animales como en personas sanas.
Por otro lado, los cambios que provoca el Alzheimer en el cerebro también afectan a áreas cerebrales cruciales para la regulación de los ciclos de sueño y vigilia, lo que podría manifestarse de forma muy inicial en la enfermedad, incluso antes de la aparición de los primeros síntomas, como la característica pérdida de memoria.
El papel de la proteína beta-amiloide en la relación entre insomnio y Alzheimer
Pero ¿por qué se acumula más esta proteína si sufrimos de insomnio u otras alteraciones del sueño?
La Dra. Ana Fernández Arcos explica que, por un lado, la producción de proteína beta-amiloide se relaciona con el nivel de actividad de las neuronas. Y, cuanto más activas, mayor producción de beta-amiloide. Durante la vigilia, el nivel de actividad de las neuronas es mayor que durante el sueño, por lo tanto, cuanto más tiempo pasemos despiertos, mayor acumulación de beta-amiloide. Por otro lado, recientemente, se ha descrito que, durante el sueño, se activa un mecanismo llamado sistema glinfático, que se encarga de eliminar los desechos metabólicos acumulados en el cerebro durante el día, entre ellos el exceso de proteína beta-amiloide.4
Si bien es normal experimentar cambios en los patrones de sueño a lo largo de la vida y tener episodios ocasionales de insomnio, la incapacidad persistente de tener un sueño reparador es una preocupación común y motivo frecuente de consulta. Mejorar el descanso de las personas mayores debe ser una prioridad en la promoción de un envejecimiento saludable, ya que el sueño podría ser un factor modificador en el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer.
Disponer de más conocimiento acerca de los patrones de sueño y de la relación entre insomnio y Alzheimer no solo mejoraría el diagnóstico precoz, sino que también abriría la puerta a nuevos tratamientos y, lo más importante, contribuiría a una mejor calidad de vida para las personas afectadas en todas las etapas de esta enfermedad.
Referencias bibliográficas
- American Academy of Sleep Medicine. (2023). International Classification of Sleep Disorders. 3rd ed, text revision. (3rd Edition, TR).
- de Entrambasaguas, M., Romero, O., Guevara, J. A. C., de Larrinaga, A. Á. R., Cañellas, F., Salud, J. P., & Díaz, H. P. (2023). The prevalence of insomnia in Spain: A stepwise addition of ICSD-3 diagnostic criteria and notes. Sleep Epidemiology, 3.
- Rasmussen, M. K., Mestre, H., & Nedergaard, M. (2018). The glymphatic pathway in neurological disorders. In The Lancet Neurology (Vol. 17, Issue 11, pp. 1016–1024). Lancet Publishing Group.
- Vassalli, A., & Dijk, D. J. (2009). Sleep function: Current questions and new approaches. In European Journal of Neuroscience (Vol. 29, Issue 9, pp. 1830–1841).
Publicado originalmente el 4 de junio de 2020, actualizado el 22 de octubre de 2024.
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