La pérdida de memoria por ansiedad o por estrés: cómo reconocerla y actuar

La pérdida de memoria por ansiedad o por estrés: cómo reconocerla y actuar

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12 noviembre, 2025
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    La memoria es una de las funciones más complejas y fascinantes del cerebro humano. Nos permite aprender, recordar experiencias y construir nuestra identidad. Sin embargo, es muy sensible a muchos factores, entre ellos, la ansiedad o el estrés. Casi todos hemos vivido esa desagradable experiencia en la que tenemos de todo, menos calma: momentos en los que, de manera evidente, olvidamos citas, perdemos cosas o sentimos que la mente simplemente se queda en blanco. Aunque esto puede resultar preocupante, no siempre es señal de un problema grave. En muchos casos, se trata de una respuesta de la mente al exceso de tensión o preocupación.


    En este artículo, explicaremos qué es la pérdida de memoria por ansiedad, cómo se manifiesta, qué relación tiene con el estrés, cuándo requerir atención profesional y qué estrategias pueden ayudar a recuperar el bienestar mental.

    ¿Qué es la pérdida de memoria por ansiedad?

    La pérdida de memoria por ansiedad se refiere a las dificultades para recordar información reciente o concentrarse cuando se experimentan niveles elevados de estrés o de tensión emocional. Este fenómeno no se debe a una enfermedad cerebral ni al envejecimiento, sino a la sobrecarga que la ansiedad produce en las capacidades cognitivas.

    Cuando se experimentan niveles elevados de ansiedad o se está sometido a un alto estrés, el cuerpo activa la llamada respuesta de lucha o huida. En este estado, se liberan hormonas como el cortisol y la adrenalina, que preparan al organismo para afrontar posibles amenazas. A corto plazo, esta reacción es útil. Sin embargo, si se mantiene durante mucho tiempo, puede alterar el funcionamiento del cerebro, especialmente las zonas implicadas en la memoria y la atención, como el hipocampo y la corteza prefrontal.

    Por ello, cuando se tiene ansiedad o se experimenta un alto estrés, es común:

    • tener dificultad para concentrarse en una tarea;
    • no retener detalles de conversaciones o citas;
    • tener la sensación de que nuestra mente va acelerada;
    • interpretar los problemas de atención o de memoria como un signo de algo grave, lo que aumenta el miedo y la ansiedad y complica aún más la situación.

    Por ejemplo, alguien que atraviesa un periodo de alta presión laboral puede notar que olvida cosas tan simples como dónde dejó las llaves o qué ingredientes le faltaban para cocinar una receta determinada. Este tipo de olvidos, aunque molestos, suelen deberse al exceso de tensión y no a un problema de memoria permanente.

    Esta sensación de “no recordar bien” puede generar un ciclo preocupante, como una pescadilla que se muerde la cola: la ansiedad interfiere en la memoria, los olvidos generan más ansiedad y el proceso se repite.

    ¿Cómo se manifiesta la pérdida de memoria por ansiedad?

    La pérdida de memoria asociada a la ansiedad no suele implicar la desaparición total de los recuerdos, sino una reducción en la capacidad de concentrarse y procesar la información de manera eficiente.

    Muchas personas describen la experiencia de sentir como una niebla mental, en la que resulta difícil mantener la atención o pensar con claridad. A las experiencias referidas anteriormente, se pueden añadir otros síntomas, entre ellos: 

    • Olvidos frecuentes de tareas cotidianas.
    • Sensación de confusión o bloqueo mental.
    • Dificultad para planificar o tomar decisiones.
    • Fatiga mental o falta de motivación.

    A modo de ejemplo, son situaciones habituales el revisar varias veces la agenda para recordar si ya hemos realizado un pago pendiente o volver más de una vez a la cocina para comprobar si hemos apagado el horno tras sacar lo que teníamos dentro. En la mayoría de las ocasiones, nos encontramos con que sí que lo habíamos llevado a cabo, pero la atención estaba tan dispersa que el cerebro no lo había llegado a registrar de forma consciente.

    Es importante distinguir esta pérdida de memoria temporal de otras causas médicas. El envejecimiento, la falta de sueño, una mala alimentación o ciertos medicamentos también pueden alterar la memoria, pero en el caso de la ansiedad, los olvidos mejoran cuando disminuye la tensión emocional.

    Amnesia por ansiedad: otra forma de entenderlo

    La amnesia por ansiedad es una forma de pérdida de memoria estrechamente vinculada al estrés emocional. A diferencia de los olvidos cotidianos, puede implicar recuerdos bloqueados o ausencias temporales de la memoria relacionadas con situaciones altamente perturbadoras.

    Esta amnesia no significa que los recuerdos se hayan borrado, sino que están “inaccesibles” para la conciencia por un tiempo. En la práctica, puede manifestarse como:

    • Incapacidad para recordar detalles de un episodio que generó miedo o angustia.
    • Sensación de desconexión o extrañeza respecto a uno mismo (despersonalización).
    • Espacios de tiempo sin recuerdos claros (“lagunas mentales”).

    Aunque resulta alarmante, este tipo de amnesia tiene una función protectora. El cerebro actúa como un filtro emocional, impidiendo que ciertos recuerdos dolorosos lleguen a la conciencia hasta que la persona esté preparada para procesarlos.

    Por ejemplo, alguien puede ser incapaz de recordar con precisión un incidente laboral que le generó ansiedad extrema y recuperar esos recuerdos semanas después, cuando la situación se ha calmado.

    No obstante, la amnesia por ansiedad a menudo está asociada a experiencias traumáticas y se recomienda consultar para recibir una atención especializada y poder orientar adecuadamente su tratamiento

    Estrecha vinculación con la pérdida de memoria por estrés

    Cuando la pérdida de memoria se produce como respuesta a un evento muy estresante, puede denominarse amnesia disociativa o amnesia psicógena. Este tipo de alteración se caracteriza por la incapacidad de recordar información personal importante, normalmente relacionada con una experiencia traumática.

    Fisiológicamente, el estrés prolongado altera los niveles de cortisol, lo que puede reducir temporalmente la capacidad del hipocampo para almacenar y recuperar información. Sin embargo, este deterioro suele ser reversible cuando se restablece la calma o el equilibrio emocional.

    En estos casos, el cerebro utiliza un mecanismo de defensa: bloquea ciertos recuerdos para proteger a la persona del malestar emocional que generan. Por ejemplo, alguien que ha vivido un accidente grave puede no recordar los minutos previos al impacto o los detalles inmediatos posteriores (aunque este fenómeno también puede explicarse como consecuencia de un posible traumatismo cerebral sufrido en el propio accidente).

    No todas las pérdidas de memoria por estrés son tan intensas. En la mayoría de los casos, los olvidos son parciales y pasajeros. Pensemos en una persona que, tras una discusión intensa o una entrevista de trabajo muy tensa, no recuerda exactamente qué dijo o cómo respondió a ciertas preguntas. El estrés puede causar un efecto que es como si la mente se “desconectara” y solo retuviera fragmentos de lo ocurrido.

    Sin embargo, cuando se perciben lagunas amplias de memoria o la persona no recuerda periodos completos de su vida, se recomienda buscar ayuda profesional para una evaluación adecuada y, si es preciso, la realización de pruebas neuropsicológicas.

    ¿Cuándo hay que preocuparse por las pérdidas de memoria?

    Los olvidos ocasionales por ansiedad son normales y no indican necesariamente un daño cerebral. Sin embargo, hay señales que justifican buscar orientación médica o psicológica:

    • La pérdida de memoria es frecuente y afecta la vida diaria.
    • La persona olvida información básica, nombres muy conocidos, lugares o tareas cotidianas.
    • Aparecen síntomas neurológicos como dificultad para hablar o moverse.
    • Se combinan los olvidos con ansiedad intensa, insomnio o irritabilidad extrema.
    • La pérdida de memoria se acompaña de desorientación o confusión persistente.

    Por ejemplo, si una persona empieza a olvidar trayectos conocidos al conducir o no recuerda haber realizado compras recientes, es importante solicitar atención profesional.

    Es esencial no caer en el autojuicio ni atribuir estos síntomas a “falta de voluntad” o “poca atención”, particularmente cuando son acusados o persistentes. La pérdida de memoria puede ser la forma en que la mente expresa su necesidad de descanso y cuidado. Alguien especialista en salud mental o neurológica puede realizar una evaluación para descartar otras causas y proponer un abordaje integral.

    Estrategias básicas para mejorar la memoria y reducir la ansiedad

    Aunque cada persona tiene su propio ritmo de recuperación de su bienestar, existen prácticas que ayudan a fortalecer la memoria y disminuir la ansiedad:

    1. Mantener hábitos de autocuidado

    • Dormir lo suficiente, ya que el descanso es esencial para consolidar la memoria.
    • Mantener una alimentación equilibrada siguiendo, por ejemplo, una dieta mediterránea, rica en frutas, verduras y ácidos grasos saludables.
    • Realizar actividad física regular, que mejora la oxigenación cerebral y contribuye a reducir la tensión. Por ejemplo, una caminata de 30 minutos al aire libre o unas sesiones de estiramiento antes de dormir pueden favorecer tanto el descanso como la concentración.

    2. Gestionar el estrés y la ansiedad

    • Practicar ejercicios de respiración consciente o meditación para disminuir la activación emocional.
    • Realizar pausas durante la jornada laboral o de estudio. Una buena práctica es tomarse unos minutos cada hora para estirarse, mirar por la ventana o simplemente respirar profundo. 
    • Evitar la sobreexposición a fuentes de estrés, como noticias negativas o un exceso de conexión digital.

    3. Estimular la mente

    • Mantener una vida social activa, que promueve la memoria y el bienestar emocional.

    Por ejemplo, cocinar una receta nueva o aprender algunas palabras en otro idioma puede funcionar como un excelente ejercicio mental.

    4. Buscar apoyo profesional

    • Recibir atención psicológica o psiquiátrica si la ansiedad o los olvidos son intensos.
    • Cuando la fuente de ansiedad es la provisión de cuidados a un ser querido con Alzheimer u otra causa de demencia, es recomendable participar en programas específicos diseñados para estas situaciones y dirigidos por equipos profesionales expertos. 
    • En algunos casos, la combinación de psicoterapia y, cuando es necesario, medicación ansiolítica o antidepresiva, puede mejorar notablemente la memoria y la concentración.

    La pérdida de memoria por ansiedad tiene solución

    La pérdida de memoria por ansiedad es un fenómeno real y más común de lo que muchas personas creen. Su origen no está en una alteración cerebral, sino en una saturación del sistema emocional. 

    La buena noticia es que esta alteración suele ser temporal y reversible. Al reducir los niveles de ansiedad y mejorar los hábitos de descanso, alimentación y bienestar mental, la memoria tiende a recuperarse. Así, cuidar la salud emocional no solo alivia el malestar, sino que favorece una mente más clara, atenta y equilibrada.

    Reconocer los efectos de la ansiedad sobre la memoria significa también reconocer la importancia de escuchar nuestras señales internas y pedir ayuda cuando se necesita. Recordar mejor empieza por cuidarse mejor.

    Referencias y enlaces de interés 

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