Cuando aparecen los primeros síntomas del Alzheimer, es habitual que quienes lo padecen no se acuerden de algunas cosas del día en curso o de días recientes, pero, en cambio, recuerden perfectamente cosas sucedidas hace muchos años.
¿Por qué sucede esto? ¿Hay diferentes tipos de memoria? En este artículo hablamos sobre los distintos tipos de memoria y cómo se ven afectados a consecuencia del Alzheimer.
El Alzheimer y los distintos tipos de memoria
Los síntomas del Alzheimer guardan relación con las áreas del cerebro afectadas por la enfermedad. Las primeras alteraciones neuropatológicas de la enfermedad de Alzheimer afectan al hipocampo, una estructura que tiene un papel fundamental en la formación de nuevas memorias y en su elaboración para que puedan mantenerse a largo plazo.
Los recuerdos consolidados dependerán de la función de otras áreas cerebrales y el hipocampo ya no es clave para su recuperación. Por esta razón, en las primeras fases, una de las consecuencias del Alzheimer es que no recuerdan cosas sucedidas recientemente pero lo hacen con claridad cuando se trata de hechos pasados o cosas aprendidas tiempo atrás.
¿Qué tipos de memoria existen?
Para comprender cómo afecta la enfermedad de Alzheimer a la memoria, hay que entender que la memoria no es un concepto único y que existen distintos tipos de memoria. La primera gran clasificación es la que distingue entre la memoria a corto plazo y la memoria a largo plazo:
- La memoria a corto plazo es aquella capacidad que permite retener información por un periodo de tiempo muy corto, inferior, en el mejor de los casos, a un minuto.
- Aquí se ubica la memoria inmediata, que es la que nos permite retener información muy brevemente, como por ejemplo un número de teléfono que vamos a marcar o una dirección hasta que la anotamos en un papel.
- Otra forma de memoria a corto plazo es la memoria de trabajo, que nos sirve para retener unos datos durante el tiempo necesario y manipularlos para, por ejemplo, resolver un problema de cálculo.
- La memoria a largo plazo también puede dividirse en dos tipos.
- En primer lugar, la memoria no declarativa o implícita, que normalmente no es accesible de forma consciente. Una de sus formas es la memoria procedimental, que nos sirve para llevar a cabo acciones secuenciadas y automatizadas, como ir en bicicleta. También es implícita la memoria condicionada, que relaciona estímulos y reacciones, como el malestar que sentimos al oler un alimento que un día nos sentó mal. Estas formas de memoria son muy resistentes a la evolución de la enfermedad.
- La memoria declarativa o explícita es la que incluye la memoria semántica, que contiene, por ejemplo, los conocimientos adquiridos a lo largo de nuestra vida y el vocabulario, el significado de las palabras. Ciertos problemas de lenguaje que aparecen con la evolución de la enfermedad, tienen que ver con la alteración de esta forma de memoria. La otra forma de memoria declarativa es la memoria episódica, que nos sirve para recordar los hechos que hemos vivido, tanto si son recientes como lejanos en el tiempo.
Los primeros síntomas de la enfermedad
En los inicios de la enfermedad, es frecuente que las personas afectadas tengan dificultades o no puedan recordar lo que han tomado para desayunar, pero pueden explicar con detalle anécdotas o vivencias de su juventud. Esto tiene que ver, como decíamos, con el hecho de que el hipocampo sea una de las primeras estructuras en verse afectada por la enfermedad y su relevancia en la formación de nuevos recuerdos.
Esta preservación de los recuerdos lejanos puede generar confusión y dificultar la aceptación del diagnóstico por parte de los familiares, que pueden tener dudas sobre si lo que ocurre es un problema de memoria o simplemente de actitud.
Así pues, los primeros síntomas de la enfermedad están relacionados con la alteración de la memoria episódica, la que nos permite recordar los hechos vividos, particularmente los recientes. A medida que la enfermedad progresa, se van afectando también recuerdos más lejanos en el tiempo y van apareciendo nuevos síntomas relacionados con otras formas de memoria y otras funciones cognitivas.
La desorientación es otra consecuencia de la pérdida de capacidades para retener informaciones nuevas o cambiantes. Esto puede hacer que la persona con Alzheimer se encuentre desorientada en el espacio o en el tiempo, ya que cada vez le resulta más difícil integrar la información necesaria para procesar los cambios de día o de lugar. A medida que la enfermedad avanza, la mayor gravedad de la alteración cognitiva será también responsable de la desorientación acerca de datos biográficos de la propia persona.
La memoria está implicada en prácticamente todos nuestros actos cotidianos. La mayoría de las funciones cognitivas están mediatizadas, de alguna forma, por la memoria. Desde la atención o las praxias hasta el lenguaje o las habilidades visoespaciales. Por todo ello, es evidente que el Alzheimer es mucho más que un problema que afecta a los distintos tipos de memoria.