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Cómo actuar ante alteraciones de la conducta en personas enfermas con Alzheimer

3 min lectura
2 julio, 2020
Índice de contenidos

    Los síntomas de la enfermedad de Alzheimer se agrupan, fundamentalmente, en dos tipos: cognitivos y conductuales. En consecuencia, el comportamiento de la persona afectada va variando. Por esta razón, algunos cambios en la conducta, como la irritabilidad, la inquietud, la agitación u otros, pueden estar causados, en parte, por las alteraciones producidas en el cerebro. No obstante, los cambios o variaciones en el entorno de la persona afectada o el estrés generado por la dificultad para comprender el contexto en que se encuentra o a las personas que la rodean, también son factores que a menudo contribuyen en su conducta o comportamiento. A continuación ofrecemos algunos consejos y pautas para comprender y gestionar situaciones cotidianas complejas, así como prevenir las alteraciones de la conducta de una persona con Alzheimer.

    ¿Cómo gestionar las alteraciones de la conducta?

    Existen algunas consideraciones generales que deben tenerse presentes a la hora de gestionar algunas alteraciones de la conducta, que también pueden ser útiles para prevenir su aparición en el futuro, como las que se sugieren a continuación:

    1. Acomodar o integrar la conducta en la actividad diaria

    Nuestro ser querido ahora padece una enfermedad cerebral. Si intentamos cambiar o modificar su conducta, seguramente no tendremos éxito. Por ello, es recomendable intentar acomodar la conducta, y no tratar de controlarla. Por ejemplo, si la persona insiste en llevar una chaqueta puesta, aunque sea verano y haga calor, busquemos una especialmente fina, procurando que la prenda de debajo sea bien fresca, en vez de insistir una y otra vez en que no debe llevar chaqueta o tratar de quitársela. Hay que recordar que nosotros sí podemos hacer el esfuerzo de ponernos en su lugar.

    2. Recordar que toda conducta tiene una intención

    A menudo, la persona con demencia no puede expresar lo que quiere o lo que necesita. Es necesario intentar deducir qué necesidades trata de comunicar mediante su conducta y, cuando sea posible, dar opciones para satisfacerlas. Es importante comprender que muchas conductas vienen incitadas o provocadas por alguna cosa. Podría ser lo que alguien hizo o dijo, o algún cambio en el entorno, aunque éste pueda parecer insignificante. Hay que tratar de detectar qué acciones, expresiones o situaciones provocan las alteraciones de la conducta. Llevar un registro de tales episodios puede resultar útil para hallar desencadenantes.

    3. Supervisar la medicación y consultar con el especialista

    La aparición de alteraciones de la conducta puede tener una causa médica, como que la persona sienta dolor o que padezca efectos secundarios de algún medicamento y, por tanto, puede tener tratamiento. Hay que asegurarse de que la persona toma la medicación que le ha sido indicada de forma adecuada y, si se producen reacciones o efectos secundarios, hay que consultar con el médico de referencia. Es aconsejable llevar una lista actualizada de la medicación que la persona toma siempre que se acuda a una visita médica, de cualquier especialidad.

    4. Preservar y simplificar

    Es importante dedicar esfuerzos en facilitarle la máxima autonomía en el desarrollo de actividades diarias, especialmente aquellas que pueden afectar a su sentimiento de dignidad (como comer, asearse o hacer uso del baño). Intentar que adquiera nuevas habilidades o recupere las que ya se han perdido solo generará sensación de frustración en ambas partes. 

    Para fomentar la autonomía es necesario simplificar. Es recomendable seguir rutinas sencillas y evitar situaciones en las que se requiera la toma de decisiones complejas para la persona afectada. 

    5. Adaptar el entorno físico

    Con el objetivo de minimizar la confusión, la ansiedad o potenciales peligros, es recomendable realizar algunas variaciones del entorno para adaptarlo al progresivo declinar de sus capacidades (poner seguros en las puertas si tiende a deambular, poner carteles indicadores de los espacios más relevantes para facilitar su orientación, cuidar la iluminación, etc.). 

    6. Dar confianza

    • Hacerle sentir a la persona segura y querida cada día, incluso aunque no siempre responda como desearíamos.
    • Emplear un tono de voz tranquilo y afectuoso.
    • Mostrarse comprensivo y no defensivo.
    • Ayudar a la persona a sentirse orientada, indicando, siempre que parezca que eso le puede tranquilizar, los distintos momentos del día a medida que van sucediendo, la fecha, la estación del año, el lugar donde se encuentra, lo que estamos haciendo y el nombre y función de las personas que se encuentran con ella.

    7. Potenciar la comunicación

    Hay que intentar adaptarse a su capacidad de comunicación y tratar de comprender sus palabras y gestos. Cuando la persona muestra dificultades para comprender lo que se le pide, a menudo tiene suficiente con que se le repita la frase de manera simple, puesto que una causa frecuente son los problemas de atención y de memoria. Si, aún así, no parece comprenderlo, es necesario intentar darle la misma instrucción acompañada de gestos o imágenes. Y, lo que es fundamental, con mucha paciencia, comprensión y gran afecto.

    Las respuestas que se obtengan a las estrategias para manejar las alteraciones de la conducta pueden ser diversas, según los factores que estén influyendo y la progresión natural de la enfermedad. Además, lo que funciona hoy podría no funcionar mañana, por lo que es importante irse adaptando a los cambios que se produzcan y ser creativo y flexible a la hora de actuar. 

    Hay que tener también en cuenta que, a pesar de todas las medidas que tomemos, es importante saber reconocer cuándo las necesidades de atención y cuidado de nuestro ser querido exceden a nuestras posibilidades. Llegados a este punto, hay que considerar la posibilidad de pedir ayuda dentro de la familia o buscar apoyo en recursos externos.

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