Continuación de 10 mitos sobre el Alzheimer (1ª parte)
6. Existe una prueba que diagnostica el Alzheimer
Actualmente no existe ninguna prueba que determine al 100% si alguien padece Alzheimer. Aunque se está avanzando mucho en la detección del Alzheimer a partir de biomarcadores, el diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer continúa siendo clínico. Esto significa que requiere de la presencia de síntomas de deterioro cognitivo y que se descarte que sea debido a otras causas. La demencia se puede diagnosticar con un alto grado de fiabilidad pero, a veces, no resulta fácil determinar el tipo de demencia o la enfermedad que la causa, ya que los síntomas de unas y otras se pueden solapar.
Ante una sospecha de deterioro cognitivo, hay que concertar una visita con el médico de familia y exponerle el problema. Si considera que hay motivos para una exploración más exhaustiva, remitirá a la persona al neurólogo. Este llevará a cabo una valoración y podrá indicar que se realicen pruebas complementarias para estudiar las posibles causas y afinar el diagnóstico.
7. Si uno de mis padres ha tenido Alzheimer, yo también lo sufriré
Que una persona haya sufrido la enfermedad de Alzheimer no significa que sus hijos también la vayan a desarrollar. En la mayoría de los casos el Alzheimer no es una enfermedad hereditaria.
La genética puede influir y actuar como un factor de riesgo, pero no es determinante para su aparición. En el riesgo de desarrollar la enfermedad también influyen otros factores, vinculados a aspectos ambientales, a la forma de vida o a la presencia de otras enfermedades. De hecho, el principal factor de riesgo para desarrollar Alzheimer es la edad. Hay que tener en cuenta que menos del 1% de los casos de Alzheimer son debidos a una variante genética y hereditaria.
8. Las "placas seniles’ son las responsables del Alzheimer
En un cerebro con Alzheimer se produce una pérdida de neuronas provocada por dos tipos de alteraciones: la acumulación de placas de proteína beta-amiloide (antes llamadas ‘placas seniles’) y de ovillos neurofibrilares de proteína Tau. Estas placas y ovillos afectan al funcionamiento de las neuronas y acaban conduciendo a su muerte.
Estas placas, no obstante, también pueden estar presentes en el cerebro de personas que no presentan síntomas, particularmente en edades avanzadas. Se desconoce la razón precisa por la que unas personas resisten más su acumulación. Lo que podemos afirmar es que en todos los casos de Alzheimer se constata la presencia de placas de amiloide en el cerebro.
9. Los medicamentos existentes frenan el avance de la enfermedad de Alzheimer
En la actualidad, lamentablemente, no contamos con ningún medicamento efectivo que pueda curar, detener o frenar el avance neurobiológico de la enfermedad. Existen tratamientos para el Alzheimer que aligeran temporalmente algunos síntomas, lo que contribuye a una mayor calidad de vida de las personas afectadas y sus familiares.
El desarrollo de fármacos contra esta enfermedad ha presentado un nivel de fracaso muy elevado en las dos últimas décadas. Los investigadores trabajan con la hipótesis de que estos medicamentos que han fracasado al ser probados en personas con la enfermedad ya desarrollada y con un daño cerebral muy avanzado, podrían ser eficaces si fuesen administrados en fases muy iniciales de la enfermedad, cuando los síntomas aún no han dado la cara claramente. En esta línea, actualmente se están iniciando ensayos clínicos de nuevos fármacos destinados a prevenir la aparición y el avance de los síntomas de la enfermedad.
10. El Alzheimer es una lotería y no podemos hacer nada para evitar sufrirla
Hoy en día todavía desconocemos cuáles son las causas que originan la enfermedad de Alzheimer. Pero lo cierto es que cada vez son más las evidencias que apoyan la tesis de que no hay una única causa, sino que son varios los factores que, en mayor o menor medida, pueden incidir en su posible desarrollo. Es lo que conocemos como factores de riesgo.
Sabemos que la edad y ciertos aspectos genéticos, aunque no son determinantes, pueden influir en el desarrollo de la enfermedad. Son aspectos que no podemos cambiar, por lo que se consideran factores de riesgo no modificables. Pero existen otros factores de riesgo que sí que son modificables, por lo que está en nuestra mano poderlos cambiar adoptando unos hábitos de vida más saludables.
Múltiples estudios apuntan a que para mantener nuestro cerebro en forma debemos controlar los factores de riesgo cardiovascular. Para ello, será de gran ayuda el llevar una alimentación equilibrada, practicar ejercicio físico de forma regular y realizar todos los controles médicos necesarios. Además, mantener una vida social activa y estimular nuestra mente con nuevos retos y aprendizajes nos ayudará a tener un cerebro más sano y a reducir las posibilidades de desarrollar enfermedades como el Alzheimer.