10 mitos sobre la enfermedad de Alzheimer
El Alzheimer es una enfermedad sobre la que existen creencias falsas, o no del todo ciertas, que es importante desterrar. Las enfermedades que afectan a nuestro cerebro son complejas y aún nos falta conocimiento para tener todas las respuestas. Sin embargo, disponemos de evidencias para discutir algunas afirmaciones que, aun estando muy extendidas, surgen de planteamientos equivocados o carecen de rigor científico.
A continuación, repasamos diez mitos sobre la enfermedad de Alzheimer:
1. La enfermedad de Alzheimer es un problema de memoria
El Alzheimer es mucho más que un problema de memoria. La pérdida gradual de memoria es uno de los síntomas característicos del Alzheimer pero, además, se encuentra en el origen de otros problemas, como la desorientación. De hecho, en la gran mayoría de nuestros actos cotidianos la memoria está implicada de una u otra forma.
Pero la enfermedad de Alzheimer presenta otros síntomas. Unos, al igual que los problemas de memoria, son de tipo cognitivo, como las alteraciones del lenguaje o las dificultades para planificar o razonar adecuadamente. Otros síntomas están relacionados con cambios en la conducta y el comportamiento. De manera gradual y a medida que la enfermedad progresa, estos síntomas impactan en la autonomía de la persona afectada.
La progresiva alteración de capacidades supone una gradual interferencia en el desarrollo de las actividades del día a día. Así, va disminuyendo la facilidad de expresión, siendo cada vez más complejo mantener una conversación con la persona que padece la enfermedad, puesto que también se irán sumando dificultades para comprender adecuadamente lo que se les dice. También disminuirá la capacidad de reconocer e identificar objetos, o de realizar correctamente ciertas actividades motoras, reflejándose, por ejemplo, en problemas para atarse los zapatos o utilizar los cubiertos correctamente.
2. Es normal perder la memoria con la edad
Con la edad nuestro cerebro envejece, al igual que lo hace el resto de nuestro cuerpo. Los cambios cerebrales que se van produciendo con la edad, aunque son normales, tienen un impacto en el desempeño de ciertas funciones o actividades. No recordar dónde hemos dejado algún objeto o no ser capaces de evocar un nombre son dificultades habituales que podemos experimentar con mayor frecuencia al hacernos mayores.
Es necesario, no obstante, saber distinguir las consecuencias normales del proceso de envejecimiento de lo que podrían ser los primeros síntomas de la enfermedad de Alzheimer, o de algún otro problema, puesto que la memoria se puede afectar por otras muchas causas.
El Alzheimer es una enfermedad, no una consecuencia inevitable de envejecer. Y, aunque al hacernos mayores podemos experimentar cierto declive de nuestras capacidades, esto no impide que sigamos realizando con normalidad nuestras actividades cotidianas. En caso de detectar actitudes o comportamientos que puedan ser señales de alerta, es necesario dirigirse al médico, sobre todo si suponen un cambio respecto a cómo ha sido siempre esa persona e interfieren en el desarrollo de las actividades de su día a día.
3. No puede tener Alzheimer: recuerda con gran detalle cosas que sucedieron hace tiempo
La capacidad para conservar recuerdos lejanos es un aspecto de la enfermedad que puede suscitar dudas y confusión acerca del diagnóstico en el entorno de la persona afectada. ¿Cómo puede haber olvidado lo que acaba de hacer pero acordarse de lo que sucedió hace años?
La explicación se encuentra en cómo el Alzheimer afecta a la memoria. Una de las áreas cerebrales que se ve alterada por la enfermedad es el hipocampo, que tiene un papel clave en la formación de los nuevos recuerdos, es decir, la memoria reciente y la capacidad de retener lo que hemos aprendido hace poco.
Los recuerdos ya consolidados se ubican en otras áreas del cerebro que, al principio, están preservadas. Por esta razón, las personas con Alzheimer no recuerdan lo que han hecho recientemente pero pueden evocar episodios de su infancia o juventud. Estos recuerdos lejanos no se pierden significativamente hasta etapas moderadamente avanzadas de la enfermedad.
4. Demencia y Alzheimer es lo mismo
La demencia y el Alzheimer son términos que a menudo se confunden. “Demencia” es un concepto general que se utiliza para describir una pérdida de capacidades cognitivas suficientemente acusada como para interferir en la vida diaria.
La demencia es, por tanto, la manifestación de un conjunto de signos y síntomas que están producidos por algún tipo de alteración cerebral. Según la causa y las zonas cerebrales afectadas, los síntomas y la evolución serán diferentes. La enfermedad de Alzheimer es la principal causa de demencia, pero no es la única.
5. Al abuelo se le ha ido la cabeza, tiene demencia senil
La “demencia senil”, como tal, hoy en día no responde a ningún diagnóstico médico. Es una expresión que induce a presuponer que la demencia es una consecuencia directa del envejecimiento, lo cual no es cierto. Cuando una persona presenta signos de demencia, sea a la edad que sea, es porque algún trastorno la está causando. Es cierto que el envejecimiento tiene un cierto impacto en algunas funciones cognitivas, pero las pérdidas funcionales debidas a la edad no impactan en la capacidad de autogobierno de la persona. Envejecer no implica, irremediablemente, desarrollar una demencia.
6. Existe una prueba que diagnostica el Alzheimer
Actualmente no existe ninguna prueba que determine al 100% si alguien padece Alzheimer. Aunque se está avanzando mucho en la detección del Alzheimer a partir de biomarcadores, el diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer continúa siendo clínico. Esto significa que requiere de la presencia de síntomas de deterioro cognitivo y que se descarte que sea debido a otras causas. La demencia se puede diagnosticar con un alto grado de fiabilidad pero, a veces, no resulta fácil determinar el tipo de demencia o la enfermedad que la causa, ya que los síntomas de unas y otras se pueden solapar.
Ante una sospecha de deterioro cognitivo, hay que concertar una visita con el médico de familia y exponerle el problema. Si considera que hay motivos para una exploración más exhaustiva, remitirá a la persona al neurólogo. Este llevará a cabo una valoración y podrá indicar que se realicen pruebas complementarias para estudiar las posibles causas y afinar el diagnóstico.
7. Si uno de mis padres ha tenido Alzheimer, yo también lo sufriré
Que una persona haya sufrido la enfermedad de Alzheimer no significa que sus hijos también la vayan a desarrollar. En la mayoría de los casos el Alzheimer no es una enfermedad hereditaria.
La genética puede influir y actuar como un factor de riesgo, pero no es determinante para su aparición. En el riesgo de desarrollar la enfermedad también influyen otros factores, vinculados a aspectos ambientales, a la forma de vida o a la presencia de otras enfermedades. De hecho, el principal factor de riesgo para desarrollar Alzheimer es la edad. Hay que tener en cuenta que menos del 1% de los casos de Alzheimer son debidos a una variante genética y hereditaria.
8. Las "placas seniles" son las responsables del Alzheimer
En un cerebro con Alzheimer se produce una pérdida de neuronas provocada por dos tipos de alteraciones: la acumulación de placas de proteína beta-amiloide (antes llamadas ‘placas seniles’) y de ovillos neurofibrilares de proteína Tau. Estas placas y ovillos afectan al funcionamiento de las neuronas y acaban conduciendo a su muerte.
Estas placas, no obstante, también pueden estar presentes en el cerebro de personas que no presentan síntomas, particularmente en edades avanzadas. Se desconoce la razón precisa por la que unas personas resisten más su acumulación. Lo que podemos afirmar es que en todos los casos de Alzheimer se constata la presencia de placas de amiloide en el cerebro.
9. Los medicamentos existentes frenan el avance de la enfermedad de Alzheimer
En la actualidad aún no contamos con ningún medicamento comercializado que pueda curar o detener el avance neurobiológico de la enfermedad. No obstante, en Estados Unidos se ha aprobado recientemente un nuevo fármaco que, aún no exento de dificultades para su disponibilidad y prescripción a gran escala y no aprobado por el momento en Europa, supone un rayo de esperanza en este ámbito. Existen tratamientos para el Alzheimer que aligeran temporalmente algunos síntomas, lo que contribuye a una mayor calidad de vida de las personas afectadas y sus familiares.
El desarrollo de fármacos contra esta enfermedad ha presentado un nivel de fracaso muy elevado en las dos últimas décadas. Los investigadores trabajan con la hipótesis de que estos medicamentos que han fracasado al ser probados en personas con la enfermedad ya desarrollada y con un daño cerebral muy avanzado, podrían ser eficaces si fuesen administrados en fases muy iniciales de la enfermedad, cuando los síntomas aún no han dado la cara claramente. En esta línea, actualmente se están llevando a cabo diferentes ensayos clínicos de nuevos fármacos destinados a prevenir la aparición y el avance de los síntomas de la enfermedad.
10. El Alzheimer es una lotería y no podemos hacer nada para evitar sufrirla
Hoy en día todavía desconocemos cuáles son las causas que originan la enfermedad de Alzheimer. Pero lo cierto es que cada vez son más las evidencias que apoyan la tesis de que no hay una única causa, sino que son varios los factores que, en mayor o menor medida, pueden incidir en su posible desarrollo. Es lo que conocemos como factores de riesgo.
Sabemos que la edad y ciertos aspectos genéticos, aunque no son determinantes, pueden influir en el desarrollo de la enfermedad. Son aspectos que no podemos cambiar, por lo que se consideran factores de riesgo no modificables. Pero existen otros factores de riesgo que sí que son modificables, por lo que está en nuestra mano poderlos cambiar adoptando unos hábitos de vida más saludables.
Múltiples estudios apuntan a que para mantener nuestro cerebro en forma debemos controlar los factores de riesgo cardiovascular. Para ello, será de gran ayuda el llevar una alimentación equilibrada, practicar ejercicio físico de forma regular y realizar todos los controles médicos necesarios. Además, mantener una vida social activa y estimular nuestra mente con nuevos retos y aprendizajes nos ayudará a tener un cerebro más sano y a reducir las posibilidades de desarrollar enfermedades como el Alzheimer.
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